Transparencia Municipal: un reto impostergable

Artículo Localeando, 29 de octubre de 2002 
Jaime Villasana Dávila
(Primer artículo Localeando)

Para hablar de transparencia es forzosamente necesario analizar y revisar, aunque sea brevemente, a uno de los elementos de la opacidad, la corrupción. Si no lo hacemos, se corre el riesgo de visualizar sólo un ángulo del tema a tratar.

La corrupción es una práctica negativa dentro de las actividades del ser humano que sin duda alguna, ha traido graves consecuencias en el desarrollo de las sociedades. El oscurantismo, la discrecionalidad y la cerrazón en los gobiernos han formado una especie de moho que impide que la pecera (estructura y accionar del gobierno) sea transparente.

Ante este grave problema del mundo (la falta de transparencia y la corrupción), que se presenta en mayor o menor intensidad en los países, existen aún muchas divergencias sobre cuál es la mejor forma de enfrentarlo, prevenirlo e incluso eliminarlo, es más, la definición de corrupción es todavía motivo de amplias discusiones como lo señala Arturo del Castillo en su ensayo de Fundamentos de la investigación empírica de la corrupción, CIDE 2001. Que por cierto es un maravilloso trabajo de investigación.

Según del Castillo, existen en la literatura especializada varias definiciones de corrupción, lo que hace imposible encontrar una sola definición que tenga una amplia aceptación en la comunidad científica.

Sin embargo es importante adherirse a alguna definición de la corrupción que nos sirva de plataforma de partida. Citare la definición de Nye, que considero es la que más se asemeja a lo que pretende enfocarse este artículo y que, como lo señala Del Castillo en su documento, es la que se usa con mayor frecuencia en los trabajos sobre corrupción;

Corrupción es una conducta que se desvía de la función pública reglamentada debido a una consideración privada o para obtener beneficios pecuniarios o de rango; o la violación de reglas por consideraciones de carácter privado (Nye, 1967, p. 418)*.

Si bien Nye hace énfasis en lo que respecta a la función pública, no hay que olvidar que la corrupción puede ser un fiel reflejo de los valores y de la desviación de las normas o patrones de conducta social y que prevalecen dentro de una sociedad, si se ve desde una perspectiva o enfoque socio-cultural (Heidenheimer, 1970 y Werlin, 1994). Es decir, en algunas partes del mundo, el problema de la corrupción tiene sus orígenes desde las raíces mismas de una sociedad; sus valores.

Ante este grave problema, se convierte en una necesidad urgente el darle más cabida en cualquier espacio posible, a todas esas acciones y actividades que son llevadas a cabo por los gobiernos y que fomentan una auténtica transparencia, una real participación ciudadana y un acceso a información pública confiable y no manipulada por la autoridad.

La transparencia y la apertura, especialmente en aquellos procesos de gobierno que son suceptibles de actos de corrupción, son vitales para que la sociedad pueda otorgar su confianza y su respaldo a las acciones de trabajo que realizan las autoridades en la construcción de un mejor entorno social, y que a su vez se traduce en un desarrollo integral para sus habitantes.

Se debe pues, abrir la puerta del gobierno a los ciudadanos y organizaciones civiles, para que entre todos se pueda, primero plasmar las preocupaciones y problemas a resolver, para después diseñar procesos claros y transparentes que generen políticas y reglas confiables e iguales para todos. No se necesitan policías que vigilen a otros policías, insisto se requieren procesos claros y transparentes.

La diferencia de conocer y no conocer el nivel de apertura y transparencia en las actividades de un gobierno municipal, no el nivel de corrupción, es que se conoce el mismo destino colectivo que se construye desde el presente, teniendo la ventaja de corregirlo mediante la identificación de áreas de oportunidad y por consiguiente previniendo actos indebidos. Teniendo municipios transparentes, base de nuestro sistema gubernamental, significa tener un país transparente.

Afortunadamente, hay luz al final del túnel.

Actualmente se están desarrollando proyectos y programas ciudadanos y académicos donde se pretende darle un enfoque positivista a este problema al medir el nivel de transparencia y no el nivel de corrupción que las autoridades locales en nuestro país pudieran incurrir.

Estos esfuerzos tratan de estimular a los municipios transparentes para que continúen con dichas buenas prácticas y al mismo tiempo se invite a los municipios, que por diversas causas (políticas, sociales y culturales), no han incorporado o desarrollado ciertas herramientas que favorecen la confianza ciudadana.

Por otra parte, dichos esfuerzos prefieren no enfrentar el obstáculo de la operabilidad de la variable “nivel” de corrupción, como lo señala Arturo del Castillo en “Fundamentos de la investigación empírica reciente sobre corrupción”, y que supone dos etapas: a) Categorizar actos particulares de acuerdo con el “grado de corruptibilidad” y b) Medir la incidencia de los diferentes tipos o grados de corrupción.

Se busca más bien, aprovechar la operabilidad de la variable “nivel” de transparencia en sus distintos campos: información o rendición de cuentas, espacios de participación, evaluación del gobierno por parte de la ciudadanía y atención a demandas ciudadanas. Todo lo anterior con el objetivo de reforzar las buenas prácticas municipales (no las malas) y difundirlas entre las demás autoridades locales, los ciudadanos de un municipio, organizaciones civiles, instituciones académicas y medios de comunicación.

El reto sin duda alguna es enorme, la existencia de grandes y graves resistencias a la apertura y la rendición de cuentas hacen que la cultura de la transparencia sea una misión casi imposible, pero es impostergable llevarlo a cabo si es que los gobiernos (federal, estatal y municipal) no desean verse rebasados por la iniciativa de la sociedad civil.

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