Partidos locales (2)


Artículo Localeando, El Diario de Coahuila, 5 de febrero 2007

En la columna de la semana pasada hice un breve balance sobre los partidos locales en México. Mencioné que hoy solo existen 14 en 12 estados y como estos (los partidos locales) han jugado un rol crucial en la construcción de democracias (España, Canadá). También cité los enormes retos de organización, éticos e ideológicos de los tres grandes partidos políticos nacionales. Concluí afirmando que el escenario histórico y actual para los partidos locales ha sido muy oscuro en un México que dice ser federal, y lanzaba estas preguntas ¿A qué se debe? ¿Porqué los políticos que abandonan un partido nacional buscan refugio en otro similar cuando en ellos encontrarán casi los mismos vicios? ¿Hay futuro para los partidos locales? ¿Los necesitamos?.

No es sencillo dar respuesta a las preguntas anteriores (menos en un espacio reducido) pero me parece importante tratar de ubicarlas por el momento político que vive el país, resultado de un deficiente proceder de los actores y partidos políticos, de líderes sociales y, porque no, de nosotros como ciudadanos.

De entrada los partidos locales se localizan en un rincón político a donde casi desea acercarse por su limitada vitrina política. Los políticos locales conocidos, algunos jugadores en el escenario nacional y/o en conflicto con su partido nacional, no caben en ella. El aparador es muy pequeño para satisfacerles sus necesidades egocéntricas y sus aspiraciones personales. El mejor ejemplo de este fenómeno socio-político lo representa, por su actualidad, la ex- panista y ahora contendiente a la gubernatura de Yucatán por el Frente Amplio Progresista (PRD, PT, Convergencia), Ana Rosa Payán.

En una entrevista con Grupo Reforma (290107),  la política yucateca clamó por la construcción de una “tercera vía” identificada y comprometida con los ciudadanos yucatecos.  Su afirmación “es complejo conjugar intereses yucatecos e intereses nacionales” revela mucho y tiene un gran fondo político cargados de realidad ¿Cuáles intereses deben prevalecer? ¿Cómo empatarlos para evitar fricciones regionales y nacionales? ¿Porqué escoger un grupo de partidos nacionales, y no local (Partido Alianza por Yucatán) para procesarlos? La respuesta tiende más al interés personal de la candidata (posibilidades reales de triunfo) que a los principios que dice ostentar y promover (yucatanismo).

Payán agregó “nos hemos topado con una serie de situaciones de índole nacional que no nos gustaría que permanecieran sobre intereses locales”. Con esta declaración la pregunta obligada es ¿Porqué candidatearse por el FAP, el cual trae consigo “esas situaciones indeseables”? La yucateca, fiel reflejo de los políticos en su misma situación, contradice sus discursos con sus actos al no existir una congruencia de hechos. Su localismo es superficial.

Luego recalca “Si algo nos ha de distinguir a los yucatecos, es nuestro nacionalismo acendrado, por lo tanto, tengo que tener cuidado en cualquier decisión que tome, porque ésta tendrá que ser necesariamente al servicio de Yucatán”. ¿Qué no es el Partido Alianza por Yucatán la opción más lógica para lograr sus metas? Otra prueba más del falso discurso político de la actualidad. El auténtico arraigo y la demostración puntual (con hechos) del amor por lo local, pregonado por muchos políticos, es prácticamente cero en México.  

En esta misma entrevista participó Dulce María Sauri, otra política renegada de su partido (PRI), e igualmente incapaz de erigir y sumarse a un “proyecto yucateco” (como ella lo definió) donde no existiesen partidos nacionales. Remarco, los políticos tradicionales ven también a los partidos nacionales como el único medio para la salvación o el arropamiento político y personal, cuando estos son parte del problema y no son la única solución.

Además de Yucatán, en este 2007 habrá elecciones en otros 13 estados y en seis de ellos existen partidos locales (Baja California, Durango, Oaxaca, Tlaxcala, Veracruz y, el ya citado, Yucatán), pero ninguno tiene posibilidades reales de ejercer un buen desempeño electoral por sí mismo. Por ello algunos recurrirán a las coaliciones, como lo hizo el Partido Estatal de Baja California (PBC), quien se sumó a la candidatura a gobernador del priísta Jorge Hank Rohn. El acto no es malo, en toda democracia las coaliciones y alianzas son bienvenidas, pero si estas tienen un fin tan ruin como el mero interés de supervivencia política (tan usado por los partidos nacionales y donde los principios son los últimos en considerarse), entonces se cuestiona su razón de existencia porque su utilidad social, por lógica, es o será nula.

Nuestro federalismo esta podrido porque nació viciado, incompleto y nunca hemos sido capaces de ajustarlo. Lo interpretamos como un instrumento de feudalismo local, tal como aconteció en el siglo XIX y XX, y/o lo deformamos para mantener el centralismo actual y una política ramplona. Nunca lo respetamos como es. Muchas son las pruebas y una más es la inexistencia, en los últimos 15 años, de partidos locales en once entidades (33%) del país; Aguascalientes, DF, Guanajuato, Hidalgo, Michoacán, Puebla, Querétaro, Quintana Roo, Sonora, Tabasco y Tamaulipas.

Este es pues, el escenario político mexicano donde deben generarse y desarrollarse los partidos locales. Un escenario donde no encontrarán actores políticos de renombre dispuestos a sumarse a sus filas para realmente empatar el discurso localista con los actos. Por ello deben desarrollar actores políticos venidos de la sociedad civil y no tanto de los partidos políticos nacionales. Igualmente deben asociarse para compartir experiencias (hoy no existe una organización nacional que los agrupe), deben construir agendas nacionales pero con enfoque local-regional, ocupar espacios en los medios y, principalmente, atraer electores con plataformas políticas de vanguardia.

La tarea no es fácil pero no imposible. Su presencia y fortalecimiento es muy necesario para hacer realidad al federalismo y para equilibrar un sistema político monopolizado por partidos nacionales que hoy más que nunca muestran una gigantesca pobreza política, incapaces de atender agendas regionales para dar vida a eso que denominamos país federal.

Glosa: ¿Es posible aspirar a un buen federalismo solo con partidos políticos nacionales, que por su propia naturaleza miran “al centro”? No lo creo.

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