Aventuras sudamericanas (2)

Por Jaime Villasana Dávila. 11 de enero 2005

Mi viaje a Chile y Argentina me ayudo a construir un mejor panorama político y económico de aquella región del continente. En cada uno de estos países logré platicar con ciudadanos que realizaban múltiples actividades (taxistas, choferes, estudiantes, viajeros, jubilados, entre otros), lo que me permitió ir armando un pequeño rompecabezas, de carácter socioeconómico y político-cultural, que tenía pendiente.

Sudamérica es una zona compleja a pesar de la similitud de valores existentes entre sus habitantes. El proceso histórico no ha sido hecho a un lado y por lo tanto sigue marcando las relaciones actuales entre los países. Los Bolivianos no olvidan la perdida de su salida al mar a finales del siglo XIX como consecuencia de una guerra con Chile; los argentinos no olvida que Chile ayudó a los ingleses en la guerra de las Malvinas; los paraguayos recuerdan con nostalgia la grandeza en territorio de su país antes de las guerras de independencia; los peruanos siguen disputando con Ecuador los límites divisorios; los colombianos sospechan que las FARC son apoyadas por Venezuela.

Aun con los sentimientos cargados por dichas vivencias históricas y actuales, los sudamericanos comienzan a dar signos de querer pasar de las palabras a los hechos. La iniciativa de la Comunidad Sudamericana de Naciones (CSN), para algunos una utopía, es un paso que apunta no solo a la cristalización del sueño Bolivariano sino a una necesidad. Sin embargo, requerirá de la disciplina y constancia que los europeos se auto-impusieron para formar su propia unión. Aquí mis dudas.

Con mi breve estancia en Chile pude, además de constatar un nivel de infraestructura física adecuada, corroborar lo señalado por múltiples agencias internacionales; el país cuenta con un desarrollo económico firme y una solidez institucional actual. No se necesita ser experto para realizar una comprobación de esta naturaleza. Basta de una platica con diversos miembros de la sociedad para identificar una percepción generalizada que tienen respecto de su país y de sus instituciones.

De avanzar la iniciativa para formar la CSN, Chile (como Alemania en Europa) sería el país que pondría los mayores sacrificios y dudo que deseen esperar. Según un reportaje del periódico chileno El Mercurio (17/12/04), un alto funcionario de la Unión Europea recomienda al país andino fortalecer sus lazos de unión con los países de la zona para que sus expectativas de crecimiento de largo plazo se potencien. Pero la pregunta es ¿Por qué hacerlo sí actualmente y sin esos lazos las cosas les están saliendo correctamente?

Por otra parte, los países sudamericanos con un menor desarrollo y además enfrascados en retos políticos-sociales de gran envergadura (Bolivia, Perú) no muestran sólidos deseos por realizar las reformas necesarias, y menos aún estarían dispuestos  a ser evaluados y medidos, tal como lo realizan los países miembros de la Unión Europea.

La realidad sudamericana, donde hay grandes diferencias de desarrollo, me recuerda a lo que acontece en México; los estados del norte piden a gritos que las políticas publicas y la distribución de recursos se definan en base a la eficiencia y esfuerzos realizados, mientras que los del sur abogan por dejar el status quo tal como está. Bajo estas condiciones se polarizan las posturas y se rompe cualquier posibilidad de progreso.

El avance de los chilenos, que no cuentan con las mejores condiciones geográficas, tiene su origen en algo que se escucha repetidamente y que muchos consideran cursi; la actitud. Cada día me convenzo más de que el principal catalizador del desarrollo de un país, estado o municipio no radica en las condiciones geográficas, ambientales, económicas o culturales. Radica en la actitud.

La importancia de la actitud es que, de ser la adecuada, te conduce a generar capacidades para resolver retos de cualquier índole y generar soluciones creativas. La actitud de los chilenos me sorprende porque, a pesar de permanecer aprisionada con Pinochet por 17 años, en la actualidad su evolución como sociedad muestra los mayores signos de avance. México no sufrió de dictaduras puras y además posee mejores condiciones geográficas, mas sin embargo nos encontramos un escalón abajo.

Es cierto, ellos iniciaron su proceso de democracia a finales de los 80’s con la elección de Patricio Aylwin y nosotros recién en el 2000, pero la actitud de los políticos (oficialistas y de oposición) no ha sido la misma en los primeros años de vida de la democracia. Mientras en Chile hicieron alianzas (incluido algunos sectores militares) para ir eliminando los obstáculos del pasado, en México nuestros políticos se obstinan en colocar obstáculos.

Otro dato de la maduración que como sociedad ha alcanzado Chile; el Secretario de Defensa es un civil, en México ni siquiera se ha colocado el tema en la agenda pública para que un militar deje de encabezar la SEDENA.

Una diferencia de actitudes muy marcada que me tope en Chile y Argentina es lo referente a la percepción de la policía y de los políticos. Mientras en el primero existe una actitud de respeto a los carabineros (policía chilena) y una actitud no tan mala para con los políticos, en el segundo sigue estando vigente en muchas personas aquella frase de “que se vayan todos”. Recuerdo profundamente las palabras de un taxista de la ciudad de Mar del Plata (localizada a 500kms al sureste de Buenos Aires); “mire joven, lo que requiere este país es iniciar de cero nuevamente para poder eliminar a todos los patanes que nos han llevado a esta situación”. Pero ¿Por qué iniciar de cero cuando tienen algunas bases de donde partir? ¿Alcanzará esa actitud para reconstruir las paredes y techos que colapsaron con la crisis del 2001?

Después de mi breve estancia en Argentina una de mis conclusiones es que cuesta entender como un país tan rico en recursos naturales y tan bello sigue padeciendo los mismos problemas. Pero cuando lo comparo con México logro comprender por qué. Ambos tienen debilidades similares: sociedad indiferente y clase política persiguiendo intereses propios.

Glosa: No solo lo digo yo, también una amiga chilena que viajo a Monterrey el año pasado. Santiago se parece a Monterrey pero sin esas enormes zonas periféricas marginadas.

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