Localeando, El Diario de Coahuila, 3 de abril 2003
Se dice que cada sociedad tiene el país
(gobierno) que se merece. Pero resultaría muy limitado conformarse con esta
frase. Dejaría a un lado a todos esos esfuerzos de aquellos académicos que desde
su trinchera abogan, a través de los resultados de sus investigaciones, por
generar políticas públicas más justas, a pesar de que tiene muchos colegas que
solo viven del presupuesto (porque vivir fuera de él, sería erróneo, dicen).
Haría a un lado a todos esos esfuerzos de los buenos empleados públicos que día
a día tienen que enfrentar las terribles resistencias y malos vicios que
algunos de sus compañeros aún tienen muy arraigados.
Desacreditaría a todos aquellos buenos
ciudadanos que puntualmente pagan sus impuestos, a pesar de que saben que
muchos otros (quizás su mejor amigo, pariente o vecino) no lo hace o nunca lo
ha hecho, o peor aún, a pesar de que sabe que su gobierno no le informa sobre
el destino de los dineros públicos. Desilusionaría a aquel estudiante de
universidad que se prepara para generar un mejor conocimiento que a la larga
generaría un mejor país, a pesar de que tiene compañeros de los llamados
“fósiles” que sólo utilizan su condición de estudiante para generar malos
ejemplos o problemas. Tampoco tomaría en cuenta la preocupación diaria de esa
ama de casa que se preocupa por que sus hijos acudan a la escuela, a pesar de
que sabe que ahí, sus hijos, convivirán con niños que provienen de una familia
desunida porque sus padres siempre discuten o pelean.
También por que no, frustraría a aquel
empresario que genera empleos y ofrece capacitación a sus empleados para que todos
ganen, paga sus impuestos, compite por tener contratos conforme a la ley, a
pesar de que tiene colegas que no pagan impuestos, explotan a sus empleados y
dan “moches” para ganar contratos. También esta frase (cada país / sociedad
tiene el gobierno que se merece) ofendería a aquel supervisor de mercados
ambulantes que no recibe ni un centavo de líderes corruptos y que trabaja por
hacer que los reglamentos municipales se cumplan tal cuál.
Ofendería a aquel policía que cumple la ley y
la hace cumplir para que los ciudadanos vivamos en armonía, a pesar del
ambiente adverso en que ejecuta su labor. Lastimaría a aquel infante estudiante
que hace su tarea para obtener buenas calificaciones, a pesar de que el
compañerito de al lado le pide copiar su tarea.
Enojaría a aquel legislador (Diputado, Senador
y Regidor) que verdaderamente se preocupa por generar y tener leyes y reglamentos
que sean justos y benéficos para la mayoría, a pesar que tiene colegas que
“pasan de noche” por su puesto, o que privilegian a su partido, sobre el
ciudadano común, a la hora de tomar decisiones, con la finalidad de obtener
unos cuantos míseros votos para su causa.
En fin, esta frase, echaría por la borda a
todas aquellas personas que luchan día con día por tener un país, estado o
municipio, mejor que el que ahora tienen, aún sabiendo que siempre enfrentan a
una contraparte que resto logros y éxitos que pudieron contribuir a generar un
cambio de cultura.
Escribo todo
lo anterior porque Leyendo el artículo “Ambientes operativos” de Gabriel Zaid y
publicado en el periódico MURAL del 30 de marzo de 2003 me encontré con algunos
párrafos que me parecieron muy interesantes y que a continuación cito: “México
está lleno de personas valiosas, aunque los resultados del país sean
decepcionantes. El problema está en cómo se conectan los mexicanos entre sí. La
capacidad colectiva no es una simple suma de capacidades individuales. Un
esfuerzo conjunto puede valer mucho más o mucho menos que la suma de sus
partes. Todo depende del modo de operar. Por eso, un bracero improductivo en
México puede llegar a crear una cadena de empresas en los Estados Unidos, un investigador
sin futuro en México puede alcanzar allá el premio Nobel; y, sin salir de
México, una misma persona puede tener rendimientos muy distintos al pasar de un
contexto operativo a otro”.
Desmenuzando dicho párrafo tenemos que uno de
los problemas esta en como los mexicanos nos “conectamos entre sí”; es decir
como nos interrelacionamos, y que en medio de estas “conexiones” se traducirá
tarde o temprano en el como unos jalan para un lado y otros para el otro
opuesto (primeros párrafos de este artículo). La operación de una sociedad se
da en medio de un ambiente generado no solo por el gobierno, sino también por
la misma sociedad. O ¿Acaso seguiremos echando culpas a otros?.
Más adelante, Zaid añade lo siguiente:
“Afortunadamente, siempre quedan islotes a salvo que pueden influir
favorablemente. Siempre hay inadaptados que dan la pelea, aunque sea absurdo,
porque están convencidos de que lo mejor es posible. También hay adaptados que
cambian, porque se sienten mal o la degradación ya no los beneficia. Además, el
contagio puede ser positivo, no sólo negativo. A lo cual hay que sumar algo
fundamental: que millones de mexicanos ya no están resignados a vivir en un
país de segunda. Por eso, aunque la resistencia a mejorar es feroz y muchas
autoridades decepcionan frente a la urgencia de sanear los ambientes
degradados, no es tan utópico soñar en que lo mejor sí es posible”.
Esos “inadaptados” que hoy señala este
personaje son los que generan los grandes cambios positivos a través de los
años, son los que luchan contra el status quo aún a costa de que son
minorías dentro de sus ambientes operativos. Solo le agregaría unas palabras a
este excelente artículo de Zaíd: muchas autoridades decepcionan porque, como
sociedad, no les hemos hecho entender que las reglas del juego ya son otras y
que aquel que quiera ser gobierno no recibirá un cheque en blanco y que tampoco
podrá decir “es que no sabía a lo que me enfrentaba”. Los ambientes degradados
se limpian si actuamos todos, si no, pues no. Así de simple.
Comentarios