Localeando, El Diario de Coahuila, 20 de julio 2003
Las resistencias de asociacionismo entre
originarios de localidades están presentes por naturaleza en el ser humano. La
jactancia de pertenecer a cierta comunidad en especial (que es nuestra
identidad) se acrecienta cuando nos encontramos fuera de ella y se acrecienta
aún más cuando nos encontramos en nuestra burbuja comunidad y tratamos asuntos
de otras comunidades o regiones.
Sin embargo esa
“jactancia” generada por la identidad misma algunas veces nos impide ver más
allá de un horizonte común, mismo que tarde o temprano tendrá que expandirse
debido al crecimiento de las comunidades y a que ello implica el adoptar
gradualmente las visiones
y preocupaciones de
otros entramados sociales.
El asociacionismo entre
diferentes pueblos comienza a ser el pan de cada día en esta era de
la globalidad, es
más, éstas se han dado desde que el hombre mismo se convirtió en un homo
sapiens, como cuando integrantes de varias tribus agrupaban fuerzas para
cazar animales de gran envergadura. También es preciso reconocer que el
asociacionismo (integracionismo, aliancismo, metropolitanismo) sin objetivos
claramente identificados genera más problemas que los que se pretendían
resolver y además reconocer que todo asociacionismo requiere el sacrificar
algo. Es cuestión entonces de buscar equilibrios, como en todo.
Los municipios de
México no están ajenos al fenómeno del asociacionismo o del metropolitanismo y
en muchas experiencias internacionales el éxito ha tenido mayor frecuencia que
cuando un municipio por sí solo pretende resolver un grave problema o enfrentar
un gran reto.
Uno de los principales obstáculos para que
se de el asociacionismo municipal es la resistencia de las autoridades en
turno, que ante el temor de que su poder e influencia se vea mermado o bien se
comparta, menosprecian esta alternativa que cultiva el lema de “la unión hace
la fuerza”. Otro obstáculo, aterrizado en este caso a la fusión de municipios,
lo podemos ver en los partidos políticos. Cuando se crea un gobierno
metropolitano el número de regidurías se ven reducidos y por consecuencia ya no
hay más plazas donde colocar a sus militantes. ¿Cómo eliminar espacios de poder
cuando estos son la recompensa a una labor, desafortunadamente partidista? ¿Se
antepone un interés partidista al interés general de unas sociedades que
pretenden unirse para enfrentar mejor los retos presentes?
Así pues, esta
visión fragmentada del territorio por conveniencia impide que servicios
públicos, reordenamientos territoriales, políticas públicas integrales,
acciones regionales, entre otros, encuentren la salida más apta para
transformarse en alternativas de solución que mejorarán la calidad de vida de
los ciudadanos de los municipios fusionados. Tampoco pretendo por supuesto
eliminar la posibilidad de creación de nuevos municipios, claro que esto debe
suceder pero bajo ciertas condiciones y circunstancias.
Me preocupa este
tema del asociacionismo y del metropolitanismo porque en la región sureste del
estado de Coahuila hay problemas mayores que tarde o temprano tendrán que
atacarse desde una visión metropolitana, y el mejor ejemplo es el del agua
potable. El municipio de Saltillo esta agotando rápidamente sus reservas del
vital líquido, mientras que por otro lado el municipio de Arteaga, y en menor
grado Ramos Arizpe, se encuentra en una posición más favorable. ¿Estará Arteaga
dispuesta en un futuro no muy lejano a compartir su agua? ¿A que estará
dispuesto Saltillo a realizar o ceder para que Arteaga otorgue agua? ¿Obligará
el gobernador en turno a este municipio a ceder agua a Saltillo? ¿Acatarán los
habitantes de Arteaga esta disposición? La respuesta quizás podamos conocerla
en los próximos años, pero estas no serán las más convenientes sino comenzamos
a privilegiar la idea del metropolitanismo.
Hace algunos días
leí en un periódico de la localidad una nota referente a la posible puesta en
marcha de un plan conurbado para el servicio de taxi. En dicha nota el Alcalde
de Arteaga, Santos Carmona, reveló que según pláticas sostenidas entre los Alcaldes de ambas
ciudades, los taxis de diferentes gremios sindicales de Arteaga y Saltillo
podrían trabajar en ambos municipios.
Sin embargo, Humberto Flores González,
titular del área de transporte del municipio de Saltillo señaló que es
imposible el plan al que se refirió el Alcalde de Arteaga, ya que con las 5 mil
concesiones de taxis que hay en Saltillo es imposible compartir el trabajo con
otras ciudades. Con todo respeto esta es una visión limitada, ya que va en
contra del metropolitanismo, limita las ventajas de este plan y solo atiende a
los intereses de un grupo de concesionarios. Yo me pregunto ¿Se ponderaron las
ventajas que un plan de esta naturaleza tiene para la ciudadanía? Estoy seguro
que no, ya que a la ciudadanía es al último sector a quién se le pide su
opinión. ¿Si existe la disponibilidad entre ambos Alcaldes, porque desechar sin
más esta propuesta?
Hoy quizás Arteaga
requiere de la apertura del mercado de taxis y a Saltillo quizás no le interesa
tocar ese asunto por que generaría algunos problemas nimios, pero no olvidemos
que quizás el día de mañana Saltillo necesitará del agua de Arteaga y en ese
momento Arteaga nos recordará el fracaso del plan conurbado de taxis, o así
como Ramos Arizpe podrá recordarnos otros asuntos, o quizás nosotros les
recordaremos a estos municipios algunas otras cuestiones. En fin, estas son
actitudes que van en contra de la subsidiariedad en una región tan escasa de
recursos naturales cuando las actitudes deben de ser otras.
La esencia del
metropolitanismo no solo se encuadra en compartir responsabilidades y
obligaciones, se trata de conjugar fuerzas para enfrentar debilidades comunes y
complementarias, de tal modo que la supervivencia en una región tenga mejores
perspectivas. La región sureste, dada la naturaleza de sus retos, requiere de
una visión metropolitana.
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