¡Ah! estos políticos


El Diario de Coahuila, 2 de septiembre 2003

“Que se vayan todos”, este era el clamor de muchos ciudadanos argentinos cuando el sistema político de ese país se hizo trizas en diciembre del 2001. Este reclamo tenía muy claro su destino: la clase política, misma que en los últimos años había sido la principal causante de una estampida de problemas sociales, políticos y económicos que aquejaba a millones de ciudadanos.

Con sólo pensar que un ex -diputado federal en México recibiera una jugosa pensión de por vida por el simple hecho de haberlo sido, sencillamente se me ponen los pelos de punta. ¡Imagínese a cuántos de éstos no tendríamos que estar manteniendo en este momento! Pues bien, situaciones como esta eran comunes en Argentina hace unos pocos meses atrás, hasta que un terremoto social de proporciones bíblicas tuvo que ponerle un alto a los políticos.

Si bien en México no estamos muy cerca de lo anterior, tampoco quiere decir que estamos muy lejos. El distanciamiento de los partidos, y por lo tanto de sus miembros, con respecto a la sociedad se hace cada día más evidente. Y no es que sea ésta una nueva situación: en realidad nunca la sociedad y el gobierno han llevado a cabo una relación armónica. Lo que sucede hoy en día es que la sociedad esta más despierta y por lo tanto es más expresiva de sus ideas y está marcando muy bien sus distancias.

Los políticos en México se encuentran en sendas encrucijadas e intentan justificar sus yerros culpándose los unos a los otros. El concepto que tenemos de los diputados, por ejemplo, es muy parecido al que tenemos de una persona que de repente llega a tu casa a vivir, cuando tu ni siquiera le ofreciste alojamiento, y lo que es peor, que  ¡ni siquiera conoces! o que bien conoces muy poco.

Muchos diputados federales se rasgan las vestiduras porque le atribuyen al actual gobierno federal el haberles creado una mala imagen, cuando desde que yo recuerdo, nunca han realizado un trabajo que realmente los reivindique. Antes, la mayoría eran unos “levantadedos” que sólo eran buenos para ir a cobrar el cheque. Hoy en día ya no son quizás “levantadedos”, ahora son, en su mayoría, extremadamente grilleros y carentes de pragmatismo. Para el caso, su eficiencia y eficacia deja mucho que desear: antes y después.

Si nos trasladamos al gobierno actual, pues tenemos que éste no canta mal las rancheras. La muy evidente escasez de liderazgo, así como su falta de sentido común en algunas decisiones, han hecho que hoy en día su capital político esté prácticamente desaparecido, lo que hace que sus convocatorias sean atendidas solamente por unos cuantos, y eso porque ven tras bambalinas cierta utilidad política o ¿acaso usted cree que, por ejemplo, los gobernadores se suman de a gratis a algunas de las iniciativas del presidente Fox?

Y para no desentonar en este ritmo frustrante, tenemos que hoy los gobernadores van camino a una concentración de poder que antes le criticábamos al ejecutivo federal, quien hoy en día tiene un gran contrapeso en el legislativo, pero ¿Y los gobernadores acaso tienen ese contrapeso en sus respectivas legislaturas locales? Lamentablemente no, y los presidentes municipales, por su naturaleza jurídica tampoco lo pueden ser. Pero ¿Acaso éstos tienen un contrapeso efectivo en los Cabildos? Pues tampoco, porque el candidato que gana la Alcaldía, gana automáticamente la mayoría en el Cabildo. ¡Pues, qué tipo de órdenes de gobierno tenemos!

¿Y qué hay sobre los partidos políticos? Los partidos en México viven, como sabemos, una escandalosa crisis interna que amenaza con explotar y salpicar con todas sus fuerzas al resto de la sociedad: Manlio Fabio versus Elba Esther, Diego Fernández versus Carlos Medina, todos contra todos en el PRD, el “niño verde” versus nadie, el PT versus PT, Convergencia versus no sabe quien, en fin rivalidades por todas partes, que no hacen más que diluir aún más la poca o nula credibilidad en los políticos. Pero aún hay más, los partidos en las entidades de la república no están tan alejados de sus contrapartes nacionales. ¿Entonces en dónde o en que país estamos parados?

Algunos dicen que estamos en un país en transición, otros en un país de la alternancia, unos más en un país donde el ciudadano es rehén de los políticos, y otros más que estamos en el país de la corrupción y de la piratería. Ante tantos escenarios no es nada extraño que la mayoría de la gente, y más los jóvenes, se encuentre perdida en un bosque donde los árboles predominantes son los “incrédulos”.  

La segunda etapa del gobierno de Fox ha comenzado ya y con ésta la LIX Legislatura. Las reformas pendientes son muchas para un país que aún está inmaduro en experiencia democrática. Si bien, Robert Klitgaard señala que “no hay una fórmula para el éxito o fracaso social, sino lo que da sabiduría son las discusiones abiertas”, también es cierto que los mexicanos ya no queremos tantas discusiones etéreas entre una clase política que utiliza un lenguaje muy complejo, y que complica todavía más lo complejo.

No comparto ese lema con el que empecé este artículo (“que se vayan todos”) porque considero que un país democrático necesariamente requiere de los políticos, pero lo que sí comparto es esa frustración social que los argentinos sintieron cuando se dieron cuenta de que su país no avanzaba por culpa de una clase gobernante que, por un lado obstaculizaba cualquier intento de salida a los graves problemas y, por otro, unos que no tenían capacidad de encontrar la mínima solución a los graves problemas.

Piporro

¡ Soy un norteño recién llegado del norte ¡ Esta era la frase con la que Piporro se solía presentar en algunas de sus películas. Su alegría y esa chispa única que le caracterizaba inyectaba tal vitalidad, que cualquiera que viera sus películas o escuchara sus canciones, reconsiderara, aunque sea brevemente, la forma de afrontar la vida; con agrado y optimismo.

Y como dijo por ahí un actor que actuó con este maravilloso personaje; ¡ Por mi raza hablará el Piporro ¡ ajuaaa arriba el norteee !! Hasta pronto Piporro.



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