Localeando, El Diario de Coahuila, 21 de septiembre 2003
Hacia aproximadamente 17 años que no visitaba Morelia.
La última vez que contemple a su hermosa Catedral estaba en quinto o sexto
grado de primaria y el motivo de ese viaje fue de estudios, al que acudí con
mis compañeros del inolvidable Colegio México, que por cierto, con algunos de
ellos todavía comparto una profunda amistad.
Cuando mi jefe me comunico que este pasado viernes
tenía que acudir a esa ciudad a dar un curso a ciertas autoridades locales de
Michoacán, inmediatamente me brillaron los ojitos (como se dice por ahí), o
mejor dicho, la maquinita generadora de recuerdos se emocionó tanto que comenzó
a trabajar a marchas forzadas, con la finalidad de revivir esa experiencia.
Michoacán es un estado con alrededor de un millón y
medio de habitantes (cuando yo lo visité por última vez tenía aproximadamente
un millón, es decir su población ha aumentado en 50 por ciento en tan solo 17
años), esta conformado por trece municipios y actualmente algunas de sus
regiones (como su capital) enfrentan los problemas de las inundaciones debido a
las lluvias que han azotado a la región centro del país.
Siempre que visito una ciudad por el motivo que sea,
una de las primeras preguntas que hago al chofer del taxi tiene que ver con la
situación general de la ciudad y el
trabajo de su gobierno local. Empleo, seguridad, alumbrado, baches, Alcalde,
entre otros tópicos, son los que cuestiono. En esta ocasión quede sorprendido
porque el chofer mostró una apatía tal que llegue a cuestionarme si en realidad
existía algo que le inquietara a este hombre y más porque siendo Morelia una
ciudad turística, como que los taxistas son un poco más campechanos y abiertos.
La experiencia que he acumulado me dice que de alguna
u otra forma un taxista puede ser una buena fuente de información ya que su
andar diario por las calles de una ciudad y su duro lidiar con automovilistas,
calles, policías, tránsito, chóferes de camiones urbanos, inseguridad, pláticas
con otros usuarios, manifestaciones, alumbrado y muchas otras situaciones más
que los hace ser acumuladores de vivencias de todo tipo. En esta ocasión me
tope con un muro.
Afortunadamente conforme íbamos acercándonos al centro
histórico, mis ansias cuestionadoras iban siendo derrotadas por las maravillas
que mis ojos estaban viendo. Ahí estaba la imponente Catedral, la plaza
principal, los portales y todos esos edificios coloniales que la hacen ser una
ciudad patrimonio cultural de la humanidad. Por más que hice el intento, no pude
recordar mucho de mi añejo viaje realizado 17 años atrás, por lo que mi
impresión fue la de un primerizo visitante.
Dado que llegue al mediodía me impresionó ver la gran
cantidad de casas de cambio que estaban operando con gente, en algunas de
ellas, haciendo filas. Casi de inmediato relacione que se debe a que Michoacán
es uno de los principales estados generadores de emigrantes hacia los Estados
Unidos, por lo que si bien Zacatecas es el campeón en la materia Michoacán no
se queda tan atrás.
Mientras lo anterior lo analizaba y además hacia
ciertas comparaciones, mis recuerdos pedían a gritos ser tomados en cuenta.
Ellos querían salir de su baúl para ser protagonistas del momento. Sin embargo,
la situación los volvió a encerrar hasta un mejor tiempo. El trabajo también me
reclamaba su atención por lo que la
llegada al hotel le ayudo a regresarme a la realidad. Como el tiempo para ese
entonces ya apremiaba mi registro fue veloz para poder alcanzar a comer algo
antes de partir al compromiso laboral.
Una deliciosa hamburguesa de Burger King (¿en una
ciudad tan mexicana? Que ironía) destrozó mi hambre y me dejó listo para mi
siguiente faena profesional. De nueva cuenta otro taxi, pero ahora sí el hombre
era el típico taxista: respondía hasta por los codos cuando le preguntaba
cualquier cosa. Para ese entonces mis recuerdos infantiles habían perdido esa
batalla por salir, pero no la guerra. Su revancha se estaba fraguando.
La tarde fue muriendo y al mismo tiempo mi
presentación transcurrió y al cabo de tres horas había cumplido ya con mi
deber. Por cierto, el curso-taller en el que participe es de Certificación de
Funcionarios Hacendarios Municipales.
Una excelente iniciativa de diversas instituciones (encabezadas por el
INDETEC, Instituto para el Desarrollo Técnico de las Haciendas Públicas) que
pretende especializar y desarrollar el conocimiento de dichos funcionarios para
un mejor manejo de los dineros públicos y para en el largo plazo, formar una
especie de inventario de funcionarios públicos locales que puedan ser capaces
de trabajar en cualquier municipio del país, como sucede en cualquier otra
profesión.
Terminé algo agotado y hambriento nuevamente, por lo
que antes de llegar al hotel hice una escala alimenticia. Después de eso dormí
como un lirón. A la mañana siguiente y después de almorzar en el Sanborns (me
encantan los huevos rancheros de esta cadena de restaurantes) decidí acudir a
la Catedral porque mucha gente me recomendó visitarla (a pesar de que yo había
estado ahí muchos años atrás).
El caso es que cuando entré en ella los recuerdos de
aquel viaje de estudios resurgieron como ave fénix. Ahí se encontraban las
figuras de mis ex -compañeros de escuela; formados en fila india para poder
llegar en orden al altar. Uno que otro haciendo bromas y un maestro (o padre,
no recuerdo bien) que pretendía dirimirlas sin éxito. Me quede por unos minutos
contemplando la majestuosidad de una obra que fue iniciada en 1680 y al mismo
tiempo reviviendo todos esos gratos momentos que pase en dicho viaje de
estudios.
Llegue
a la conclusión que momentos como este ayudan a repasar el camino que se ha
transitado a lo largo de nuestro existir y de paso hacer un alto en el camino.
Al final de todo recordé esa bella y añeja canción de Julio Iglesias titulada
“Vivencias” y que al final dice; “...se va el amor, se va la edad, el tiempo
aquel no vuelve más”.
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