El Diario de Coahuila, 28 de noviembre 2003
La
semana pasada abordé de manera general las diferentes formas de gobierno local
que existen en el vecino país del norte. Señalé que la libertad política que
ofrece tanto su Constitución federal como las locales hace que así suceda y que
además, para seleccionar alguna de ellas, la sociedad es la que lo decide de
manera directa mediante la realización de una consulta popular, es decir no
queda solo en el mero deseo o rechazo de la clase política.
También exterioricé que el
motivo de estos artículos se debe a que el pasado mes de octubre una delegación
de Alcaldes coahuilenses (entre ellos el de Torreón y Monclova) viajó a San
Antonio Texas, para conocer el sistema de gobierno Concejo-Gerente, donde el City
Manager (Administrador de la Ciudad) juega un papel fundamental. En dicho viaje, supongo yo, obtuvieron una
idea de las implicaciones que tiene el remover el añejo sistema español del
ayuntamiento que ha prevalecido durante siglos en todo el país, y que a mi
juicio requiere ya de ciertos ajustes.
Pues bien, por razones geográficas, políticas y sociales,
es más factible que esta forma de gobierno encuentre mejores condiciones para
establecerse en los Estados del norte del país. De hecho, en México ya existe
esta figura administrativa con el nombre de Administrador Municipal, y
se da únicamente en el municipio de Tijuana (artículo 6 y 33 del Reglamento de
la Administración Pública del Ayuntamiento de Tijuana), aunque con sus propias
características.
Cuando se introducen nuevas
ideas en un entorno largamente homogéneo, la presencia de obstáculos cargados
de dudas se hará presente entre los actores abiertos y receptivos, pero
generará reacciones radicales, entre aquellos que han sido beneficiados por el status
quo. Es más, desde un principio la boicotearán sin concederle al menos el
beneficio de la duda a la iniciativa.
Por tal motivo, es imperativo conocer a profundidad y transparentar esa
“idea” para después poder comunicarla tal y como es, y no llegar a las
interpretaciones, ya que tergiversaría un concepto que tuvo su razón de ser.
Menciono lo anterior debido
a que mucho me temo que hay una confusión en cuanto al concepto del City
Manager, y ahora lo explico. En días pasados se publicó en un periódico
local una nota periodística que daba a conocer el referido viaje de los
Alcaldes. En ésta, se mal-describió parte del rol que juega el City Manager,
al señalar que “el único que participa en política es el City Manager”,
escenario que no es así, y que la semana pasada describí el porqué.
Sin embargo, y en aras de
recordar el origen de esta figura, sobre todo para aquellos que no leyeron la
primera parte, a continuación describo nuevamente este porqué. Antes de que
surgiera el City Manager, allá por principios del siglo XX, las ciudades
norteamericanas se encontraban sumergidas en un mar de corrupción y de
ineficiencias administrativas. Los servicios eran de pésima calidad y todas las
decisiones eran tomadas sobre la base de la política y no sobre la base de la
técnica. Ello conllevó a que las ciudades casi colapsaran.
Para subsanar lo anterior
surge una figura (City Manager) que se encargaría de optimizar el uso de
los escasos recursos públicos y de tomar decisiones operativas y administrativas
alejadas de las influencias políticas. Así pues y dada la naturaleza de su
origen, es contraproducente que dicha figura sea meramente política, tal y como se señaló en la nota del
periódico. Es más, la asociación que agrupa a los City Manager en los
EUA, tiene un código de ética donde se menciona que sus asociados deberán
abstenerse de participar en cualquier actividad política (artículo 7).
Hecha la aclaración,
quisiera centrarme en dos realidades que actualmente están minando el
desarrollo del país. Existen otras más, pero considero que éstas son de las más
importantes. Primero porque la política comienza ya a influenciar todos los
aspectos de la vida diaria, incluso aquellos donde tradicionalmente se había
mantenida alejada, y segundo porque es preciso iniciar una descentralización de
facultades y atribuciones en los gobiernos municipales, proceso que ya se ha
iniciado de alguna manera o de otra, en el orden federal y estatal.
México es un país que
comienza a ser rehén de la política cruda, es decir, por aquella en donde los
políticos únicamente toman decisiones sobre la base del número de votos que
puedan generar y a la percepción que se pueda construir, cuando hoy en día se
requieren de decisiones difíciles de tomar y que no siempre son populares, pero
que son necesarias hacer.
Por otra parte, la
centralización de las funciones administrativas, políticas y operativas en una
sola figura, el Presidente Municipal, ha hecho que éste tenga que hacerle al
“todólogo”, cosa que es humanamente imposible, acentuándose cuando la
ciudad/municipio es de una población considerable. Si la conformación de un
equipo de gobierno fuera realizada sobre la base de perfiles, otra cosa sería,
pero lamentablemente se siguen otorgando puestos claves en la administración
pública gracias a fidelidades y conveniencias políticas, situación que a la
larga impacta en la calidad de los servicios públicos.
El rompimiento del círculo
vicioso, asentado en la frase de “yo ciudadano no pago impuestos porque los
servicios son de pésima calidad y además se los roban y, el de yo gobierno no
ofrezco servicios de calidad porque no pagan impuestos”, debe ser ya una
realidad y no quedarse meramente en el discurso. Son hechos y acciones
tangibles los que reclama la realidad actual. Es urgente que los debates sean
sobre ideas y alternativas de soluciones reales y no sobre intereses,
radicalismos y demagogias.
Explorar ideas nuevas y
frescas (como la del City Manager) que den una oxigenación a la
gobernabilidad social y que permitan construir nuevos horizontes no debe
causarnos ya temor. La sentencia es clara y directa: renovarse o morir.
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