Congreso Coahuilense


Localeando, El Diario de Coahuila, 11 de enero 2004

Aunque no hay estudios o investigaciones que comprueben que un Congreso Estatal compuesto por mayoría de diputados de oposición (es decir los diputados locales son de distinto partido al del Gobernador) sea o haya sido mejor para la vida democrática de ese Estado, si puede ser que al menos algo bueno haya dejado.

Zacatecas, Nayarit, Morelos y ahora Tabasco son algunos ejemplos de lo arriba mencionado. Por lo pronto en Nayarit el Gobernador de ese Estado ha dejado de hacer de las suyas, y es que por todos era conocido que Antonio Echavarría es o era campeón del nepotismo, el sobre-gasto y la nula rendición de cuentas para con el Congreso. En un Congreso con mayoría opositora al menos un Gobernador modera su actuar y piensa dos veces antes de dar el siguiente paso. Además el argumento, el consenso y el debate, tres características políticas que urgen desarrollar en este país, se ven notablemente favorecidos.

Coahuila no ha tenido esa vivencia y es que desde que se celebran elecciones modernas la mayoría de los diputados locales en el Congreso siempre han sido del mismo partido que del Gobernador. El caso más cercano ocurrió en las elecciones estatales de 1996, cuando el PAN tuvo su mejor momento y casi tenía igualdad de diputados que el PRI.

Como consecuencia de las elecciones del 2002 la composición del Congreso no es la excepción en la historia y el PRI presenta un amplio dominio que es dirigido por Abraham Cepeda Izaguirre. Sin embargo tal parece que los problemas y traspiés políticos han sido más frecuentes que los registrados en la pasada Legislatura, y aquí no hay más que dos causas: a) que la minoría opositora hoy existente haya salido más “brava” que los que conformaron la pasada Legislatura o b) que al coordinador de los diputados del PRI le ha faltado mayor habilidad política para tender puentes con los de oposición y además ser un mejor comunicador e involucrador para con sus compañeros de partido.

Las disputas por la conformación de la Comisión permanente es quizás el resultado de un cúmulo de desacuerdos políticos que vino a encontrar su máxima expresión. Hay que recordar que actualmente dicha comisión se conforma por 8 diputados y es responsabilidad de las distintas bancadas pactar su composición.

El primer capítulo de esta disputa incluyó la exigencia opositora de ocupar 4 de los 8 puestos, exigencia para mí fuera de lugar y sin sentido ya que la oposición no tuvo el 50% de los votos en las pasadas elecciones ¿Otorgaría el PAN dicha concesión de haber obtenido ellos la mayoría en el Congreso? Por supuesto que no. Me parece en este sentido que el PAN se dejo embaucar por el resto de los partidos minoritarios para luchar una batalla cuyo resultado ya se sabía.

Por otra parte, la reacción del PRI a esta cerrazón opositora fue con una respuesta que reflejó el aún autoritarismo clásico existente en algunos diputados priístas y se fueron con el  ancestral hecho de “pan o palo”, siendo en esta ocasión un palo que tuvo resonancia nacional.

Ahora bien, la salida al conflicto pactada por Abraham Cepeda con la oposición dejó al interior del PRI un sabor amargo que me trajo al instante la rebelión de los diputados priístas en el Congreso federal para con Elba Esther Gordillo. El aprendizaje aquí es muy claro: los acuerdos que un coordinador de una bancada priísta, del Estado que sea, haya pactado con la oposición, tendrán que ser primero rebotados y acordados con sus compañeros de bancada. Es decir,  el legislador priísta ha tenido una evolución y ahora exige ser tomado en cuenta en las negociaciones que su dirigencia haga. A partir de ahora, Cepeda deberá tener esto muy en cuenta, so pena de que alguno de sus compañeros le exija dejar la coordinación, sin importar que tenga relaciones muy estrechas con el Gobernador.

Aunque parece que el capítulo dos de esta disputa llegó a un acuerdo con la conformación de la Comisión de 11 diputados (6 para el PRI), esto no simboliza  que todo esta definido. Vienen las reformas a la Constitución del Estado (artículo 70) y a la Ley Orgánica del Congreso (artículo 68) donde sin duda habrá debates interesantes. Lo fundamental será que se prevenga en la Ley que esto que se vivió no vuelva a suceder en el futuro.

Sin duda que un gobierno y un congreso reflejan el grado de desarrollo de una sociedad, aunque algunas veces las voces extremas logran imponerse alejándose de este reflejo. Tal fue el caso en esta ocasión de la respuesta dada por la fracción del PRI. Con éste antecedente de discrepancias con sus compañeros de partido, Cepeda Izaguirre deberá aplicar a profundidad sus habilidades políticas para que su capital político no se vaya a al baja, y se le complique el panorama en caso de desear competir por algún cargo de elección popular en el 2005, amén de empedrarle el camino al Gobernador dentro de sus aspiraciones presidenciales.

Pero tampoco lo anterior significa dejar de hacer la tarea por muy ardua o difícil que esta sea, con el fin de “nadar de muertito” para salir bien librado. El primer reto entonces es lograr una reforma integral a la Ley Orgánica del Congreso para que se convierta en un organismo profesional en sus tareas, transparente y rendidor de cuentas para con la sociedad.

Coahuila aún requiere de vivir experiencias que otros Estados ya han vivido para
consolidar sus avances institucionales y democráticos. Para que estas nuevas experiencias se den se requieren de al menos dos factores: a) que la oposición juegue un papel competitivo y oferte buenas causas públicas (alejándose de argumentos ya trillados y aburridos), y que sea generador de iniciativas valiosas a la vida coahuilense (por ejemplo un sistema de medición de desempeño para el gobierno estatal y los municipios, como ocurre en Campeche para estos últimos) y b) que la sociedad sepa identificar dichas causas y las lleve a los órganos de gobierno, para este caso, al Congreso.

Saludos. Deseo mandar un fraternal saludo a mi tío Raúl que se recupera de un
infarto. Animo Tío.

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