Artículo Localeando, El Diario de Coahuila, 27 de junio 2004
Realmente
impresionante. La marcha de la controversia se convirtió en una marcha
histórica. Decenas de miles de mexicanos en la Ciudad de México gritaron un ¡Ya
basta! de manera contundente, esperando que ahora sí, políticos y gobernantes
ofrezcan respuestas concretas y no los enredos a los que están acostumbrados a
ofrecer.
Esta
fue una marcha a todas luces ciudadana; repletada por gente en su mayoria
perteneciente a una clase media que muestra una clara capacidad de movilización
cuando hay que hacerlo. Desde que tengo uso de razón jamás se había realizado
una marcha tan numerosa por grupos diferentes a los que tradicionalmente las
organizan: Sindicatos, grupos y partidos de izquierda, estudiantes con ciertas
inclinaciones políticas, maestros, barzonistas, entre otros.
Este
hecho ocasionó que, en días previos a este evento, los simpatizantes de los
grupos antes mencionados se encontraran desconcertados, y lo estarán mucho más
a raíz de lo acontecido el día de ayer. Muchos de ellos se preguntaban como era
posible que se les “invadiera y secuestrara” su espacio favorito de expresión,
la calle, ese espacio que por décadas les ha pertenecido.
Pero
iniciando con este relato les digo que el viernes pasado conviví con amigos que
simpatizan con la izquierda. Me decían que no acudirían a la marcha ya que
sería un evento con fines políticos, además de que estaba organizado por la
ultra-derecha.
Mi
respuesta era que no dudaba que se infiltrasen personas simpatizantes a ellos, pero tanto pueden manifestarse esos grupos como los comunistas. Afortunadamente
ni unos ni otros estuvieron ahí. Añadí que las marchas con las que ellos
simpatizan, tienen un mayor tinte político ya que van dirigido a un gobierno en
especial, mientras que ésta iba dirigido a todos los gobiernos y partidos.
Finalmente
les expresé que, si esta marcha disgustaba a Andrés Manuel, no quisiera imaginar
lo que pasaría si llegase a la presidencia. Su intolerancia por cualquier tipo
de movilización que no sea organizada por “sus grupos” nos llevaría a vivir
escenarios similares a los que se viven en Venezuela. Al final, como era de
esperarse, no los convencí.
Así
las cosas y en medio de la gran expectativa, del rechazo de algunos de mis
amigos y de incertidumbre entre los organizadores, decidí acudir a la marcha
por una sencilla razón: Ya basta de que los políticos sigan perdidos en
discusiones vacías mientras los ciudadanos seguimos padeciendo de múltiples
problemas, entre ellos la inseguridad.
Salí
del edificio donde vivo a las 10 horas (la cita era a las 11) y mi primera
sorpresa fue que varios de mis vecinos también iban al evento aunque se iban en
taxi. Yo, como usualmente lo hago, me dirigí a la estación del metro.
Una
vez en la estación todo parecía que iba a ser un día normal. Esperaba por lo
tanto que los viajeros serían los de siempre, pero otra de mis sorpresas fue
que mucha gente que venía en el metro vestía de blanco, por lo que me dije a mí
mismo que quizás esta movilización iba a ser diferente, y lo comenzó siendo en
el metro ya que el escenario era distinto; viajaba gente “bien”. Esa gente que
por lo regular viaja en su propio auto o en taxi de sitio (taxi “verde” no por
aquello de los secuestros exprés).
Seguro
estoy que muchos de esos viajeros (niños, jóvenes, adultos y de la tercera
edad) era la primera vez en años, o quizás en sus vidas, que abordaban ese
transporte que a diario utilizamos millones de personas.
Me
bajé en la estación Hidalgo y mi plan original era esperar al contingente en el
Hemiciclo a Juárez pero decidí caminar a Paseo de la Reforma para contemplar
que tan numerosa iba a ser la movilización. Una tercer sorpresa fue que al
llegar a la calle de Juárez esquina con Reforma muchas personas caminaban en
sentido al Ángel de la Independencia, lo que hacia parecer que la marcha había
cambiado de rumbo.
Camine
hasta el monumento a Cristóbal Colon y decido esperar al contingente donde
vendrían los organizadores. Para entonces eran ya miles de personas las que
invadían Reforma. Gutiérrez Vivo y Eduardo Videgaray fueron de las primeras
personalidades que me toco ver.
Lamente
no haberme llevado mi radio portátil y mi cámara fotográfica, pero ante la
inseguridad que prevalece me dije a mí mismo que no valía la pena coquetearles
a los potenciales delincuentes. Me incorpore a la marcha pero caminaba por las
laterales para avanzar más rápido. Conforme nos acercábamos al Zócalo, mayor
era el número de participantes.
Las
calles de 16 de Septiembre, Madero y 5 de Mayo iban atiborradas de gente. Nunca
había visto una concentración así. Ni siquiera aquella marcha organizada a
principios de año por Barlett y Cárdenas en las que se pronunciaban en contra
de la “privatización” de la industria eléctrica y energética.
Durante
el trayecto hacia el Zócalo la gente aplaudía en ocasiones, lo que le daba un
mayor toque de sentimiento y es que esta vez lo que movía era algo que tiene
que ver con la vida misma: La inseguridad.
Cuando
arribe al Zócalo note que un grupo de participantes gritaba afuera del edificio
donde se ubica la oficina de López Obrador. Las consignas eran las normales
(“ya basta”, salvemos a México”, “ni uno más”) pero en un momento se
transformaron en repudios a AMLO lo que distorsionó un poco el objetivo. De
inmediato personal de los organizadores se apresuraron a deshacer ese tipo de
expresiones.
A
las 13 horas miles de ciudadanos (entre ellos Carlos Monsivais) seguían
arribando a un Zócalo que lucia abarrotado. El canto del himno nacional fue el
broche de oro para una manifestación social que exige la atención de políticos
y gobernantes a un problema común que se ha vuelto intolerable.
Inmediatamente
después de cantar el himno me apresure a salir por 16 de Septiembre, pero
cantidades de gente seguían caminando rumbo al Zócalo, por lo que alejarme de
ahí no fue sencillo. Llegue a la Alameda para tomar de vuelta el metro que me
llevara rumbo a casa y la gente seguía marchando.
Una
vez en el metro, la misma gente “bien” y los clase-medieros se habían apoderado
de los espacios que tradicionalmente no ocupan. Y es que cuando la vida esta en
peligro no importa lo que se tenga que hacer con tal de que sean escuchados.
¿Entenderán los políticos y los gobernantes el mensaje? La respuesta esta por
verse.
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