Localeando, El Diario de Coahuila, 1 de agosto 2004
Can Cun, Q.R.-
Durante mi viaje a ésta ciudad para asistir al Congreso Nacional de Cabildos
comprobé una vez más que México sigue siendo un país de un frágil equilibrio en
muchos de sus frentes; políticos, sociales, administrativos, operativos y hasta
familiares.
Pero iniciare mi
narrativa desde la salida misma de la Ciudad de México. El frágil equilibrio
operativo de su Aeropuerto esta a flor de piel. Cualquier hecho o circunstancia
que salga de ritmo puede ocasionar un caos de tremendas proporciones y ahora
relato el porqué.
Durante las dos
primeras horas del miércoles se asentó en pistas un banco de niebla. La gran
cantidad de vuelos demorados (tanto de salida como de aterrizaje) desquició las
operaciones por el resto del día. ¿La razón? El aeropuerto no tiene la
capacidad suficiente de respuesta para hacerle frente a hechos naturales,
mientras que en otros aeropuertos importantes del mundo son solucionados de
manera más ágil.
Las dos pistas
existentes son insuficientes y dada la no-realización del nuevo aeropuerto en
Texcoco, el frágil equilibrio permanecerá mientras tenga vida el actual, a
pesar de las ampliaciones que se le realizan actualmente y de la redistribución
de vuelos hacia aeropuertos alternos. Solamente me gustaría saber un dato de
todo lo acontecido el miércoles por la mañana: ¿Cuánto dinero, tiempo y
competitividad perdió el país por éste hecho?
Pero hablando de
equilibrios políticos las cosas no pintan mejor que en el aeropuerto. Bastaron
solo dos hechos lamentables para que todo el país se hiciera presa de un
fantasma que ya debería estar superado: violencia por motivos políticos. Si
bien los países democráticos siguen mostrando hechos de violencia, estos
difícilmente se relacionan directamente con hechos conflictivos entre partidos
o actores políticos.
Los actos
violentos en Huautla, Oaxaca y en Benito Juárez (Cancún), Quintana Roo, nos
siguen demostrando que los actores políticos son todavía incapaces de encauzar
las pasiones de sus simpatizantes dentro de los marcos institucionales.
En el primer caso
tanto los simpatizantes del PRD como del PRI actuaron de manera primitiva, pero
lo peor es la indiferencia de los mismos partidos por evitar y condenar dichos
actos. Ambos se defienden únicamente señalando que la contraparte fue la
motivante de las actitudes por todos conocidos. Las imágenes sobre la muerte a
palos de una persona no provinieron esta semana de África o Asia sino de
Oaxaca, México.
En este sentido,
los partidos políticos todavía muestran áreas de oportunidad enormes. Si México
es un país de importantes fragilidades políticas en su andamiaje, Oaxaca es una
lucha constante no para mantener ese frágil equilibrio sino para evitar su
construcción basada en las instituciones.
Muchos pudieran
justificar que Oaxaca es aún tierra fértil donde pueden seguir dándose estos
acontecimientos, más cuando hay momentos electorales, pero no debemos olvidar
que los responsables por evitar e inhibir estos hechos son dos entes constantes
en otros Estados: los partidos y la justicia.
Ciertos partidos
consideran que en algunas zonas del país la violencia sigue siendo la mejor
medida de presión para conseguir sus propósitos y, ante la indiferencia de las
dirigencias nacionales, la siguen promoviendo. Esta apuesta no hace sino
lastimar el débil equilibrio existente.
Por su parte, los
impartidores de justicia oaxaqueños (léase el Procurador Estatal) contribuyen
no solo a la impunidad sino a hacer más débil el equilibrio político en esas
tierras. ¿Cómo es posible que las personas que mataron a palos a un prójimo
ante los ojos de miles de mexicanos sigan aún en libertad? ¿Pensara acaso el
Procurador y el Gobernador que al no detener a los asesinos contribuye a no
alterar más los ánimos?
Lo sucedido nos
demuestra que algunos gobernantes siguen sin descifrar, y menos entender, lo
que la sociedad exige: una sociedad donde los equilibrios sean sólidos y
difícilmente vulnerables.
Pero los indicios
de fragilidad que se presentaron la semana pasada no terminaron en Oaxaca;
Quintana Roo y específicamente su municipio más importante, económicamente
hablando, se vieron inmersos en arenas políticas movedizas. Y digo esto último
porque en momentos de gran tensión lo mejor es no moverse, o moverse lentamente,
para no provocar un mayor hundimiento. Lo realizado por el ex –alcalde lo
hundió aun más.
Benito Juárez
(Can Cun) presenta hechos muy contrastantes y la mejor muestra de ello es un
alto desarrollo económico con un débil desarrollo político. Pues bien, esta
realidad representa un tremendo desequilibrio que limita el desarrollo integral
de una sociedad. Al no haber un equilibrio entre los componentes, tarde o
temprano uno de ellos se derrumbara, afectando el funcionamiento del resto.
Hoy lo
económico-turístico esta siendo afectado por lo político a pesar de una gran
fortaleza del primero y además de unas exigencias del gobierno federal al
gobierno estadounidense por no verlo así, de tal suerte que eliminara su
recomendación de alerta a sus ciudadanos que visitasen dicho punto turístico
pero ¿Cómo no ver algo que tenemos frente a las narices?
Como suele
ocurrir en estos casos, pasara algún tiempo antes de que el ambiente político
vuelva a normalizarse en ese maravilloso Estado, sin embargo en esta ocasión se
requerirá de más tiempo dada la ya próxima celebración de elecciones
estatales-municipales y las condiciones actuales no son precisamente las
mejores. La respuesta la tienen definitivamente los habitantes de aquella
entidad.
Construir
gobiernos e instituciones que apuntalen el equilibrio en las sociedades
obviamente no es una tarea fácil y menos de corto plazo. A los países con
equilibrios consolidados les ha tomado años lograrlo. México comienza a
construir algunos de ellos (económico, financiero, entre otros) y comienza
también a dar indicios de querer avanzar hacia horizontes con certidumbre. La
reciente aprobación a las reformas a la ley de seguro social es un claro
ejemplo de ello.
Pero aun quedan
elementos básicos que requieren de trabajo extra para recuperar terreno frente
a otros ámbitos: el municipio, la justicia estatal y la cultura
política-electoral.
Comentarios