Artículo Localeando, El Diario de Coahuila, 31 de octubre 2004
Si la elección para elegir
Presidente en Estados Unidos se decide en los tribunales los cambios en ese
país son inminentes. No solo la metodología electoral de carácter nacional
estaría en la mira (que de hecho ya lo esta y prueba de ello lo es Colorado),
también serian susceptibles de cambio las instituciones electorales, que aunque
parezca paradójico y dados los hechos son en lo general, tan vulnerables como
las que tenía México hasta antes de la reforma de 1996.
Si bien Estados Unidos muestra
recursos electorales de vanguardia (debates, financiamiento, tribunales,
transparencia), existen otros que comienzan a lastimar de manera notable la
democracia en este país. Además del profundo involucramiento de los partidos en
la operación del la elección, lo que impide una desarrollo electoral imparcial,
también están las boletas electorales, el conteo de votos, los funcionarios
electorales y los votos que se reparten por Estado. Los estadounidenses jamás
imaginaron que se encontrarían en esta situación.
Lo que viene después de la
elección en caso de complicaciones (o incluso quizás sin ellas) es un
replanteamiento serio sobre la forma de la democracia. No en el sentido de
dudar sobre ella, sino la forma de acceder a ella y de hacerla posible. Los
efectos de esta nueva revolución operativa de la democracia estadounidense
llegará seguramente a los otros ordenes de gobierno (Estatal y local) para al
menos influenciarlos.
Estados Unidos es fuerte porque
sus ciudades, condados y municipios son fuertes. Jamestown, la primera
población inglesa establecida en 1607 en territorio estadounidense, represento el primer pilar, de los miles que
hoy sostienen a esta gran nación. Estados Unidos se formó de abajo hacia arriba
y por ello cada villa, pueblo, ciudad, municipio y condado, juega un importante
rol en el desarrollo y consolidación de la democracia.
Estas son valoradas de una forma
distinta a como acontece en México. Si bien no aparecen como tales en la
Constitución Norteamericana, eso no significa un desprecio hacia ellas. Al
contrario, simboliza la libertad e independencia necesarias para autoerigirse
conforme sus propias necesidades de acuerdo a un marco general legal.
Es en sus calles y parques donde
la política local, estatal y nacional se debate. Sus bibliotecas y auditorios
son espacios donde las ideologías buscan incansablemente consolidar la simpatía
de los seguidores y conquistar las preferencias de los indecisos. Es en ellas
donde las manifestaciones a favor o en contra de tal o cual candidato,
iniciativa o ideología encuentran libertad para poder expresarse. ¿Cómo separar
entonces la vinculación entre lo nacional, estatal y local?
El escenario de profundo
divisionismo que caracteriza a esta elección presidencial y las constantes
sospechas por el proceso electoral, sin duda arrastrarán hacia potenciales
reformas electorales locales para mantener la confianza de los votantes. En
muchas ciudades de Estados Unidos los edificios públicos, así como los
edificios del gobierno sirven como lugares para establecer casillas electorales
(algo impensable para México) ¿Seguirá siendo de esta forma?
En las elecciones locales los
partidos no son protagonistas como sucede en México. La contienda se enfoca fuertemente
en las personas junto con sus propuestas y sobre ellos los ciudadanos deben
elegir. Dadas las actuales circunstancias ¿Qué tanto se modificará la forma de
hacer política a nivel local como consecuencia de esta elección presidencial,
marcada por la polarización de los ciudadanos estadounidenses?
La otrora confianza en las
instituciones electorales (con todo lo que ello significa; procesos,
metodología, funcionarios electorales) esta sufriendo una merma muy importante
en cuanto a su credibilidad y no precisamente es por actos ilícitos cuando se
eligen autoridades locales. La revolución, ahora electoral, va a permear de lo
nacional a lo local y no como lo señala su misma historia; de lo local a lo
nacional.
Existe una realidad que los
norteamericanos comienzan a descubrir como consecuencia de su método electoral
para elegir Presidente; su democracia es igual de vulnerable que la de otros
países. Si la elección del 2000 fue muy controvertida (Bush no obtuvo la
mayoría de los votos ciudadanos pero si del Colegio Electoral), la del 2004
rompe de lleno con todo lo establecido.
Para darle una dimensión a lo
que actualmente acontece en Estados Unidos, consideremos las palabras vertidas
por Newt Gingrich, representante republicano en el Congreso, en un reportaje
del New York Times; “Es como en los años 1840 y 1850”, en referencia a los años
antes y durante de la Guerra Civil estadounidense. “Esto va a continuar. Se
trata de un verdadero desacuerdo en torno al futuro del país”.
Aunque dudo mucho que se este
gestando una revolución que desencadene en violencia como sucedió en la segunda
mitad del siglo XIX, si es probable que ocurra una revolución en cuanto a la
forma en que los norteamericanos consideran su democracia. Tendrán que entender
que la que ellos adoptan esta visiblemente agotada. El status quo
electoral deberá modificarse y habrán de pasar varios años para que construyan
uno que les devuelva nuevamente la confianza en él.
Al igual como sucedió en México,
Estados Unidos deberá crear mecanismos autónomos que estén libre de sospecha.
Hoy los representantes de los partidos son actores que inclusive llegan a
calificar la elección. Algo similar a lo que sucedía en este país hace no
muchos años. Ahora bien, independientemente de este enorme hueco, Estados
Unidos tiene grandes instituciones por lo que no hay que lanzar la primera
piedra sin haber hecho antes un análisis justo.
El problema electoral le llega
en un momento nada favorable a los estadounidenses, precisamente cuando lo que
necesitan es ningún error en su modelo de democracia y de país. Y es que los
actuales acontecimientos alimentan abruptamente los argumentos de sus
contrincantes.
Lo que ocurra mañana será muy
importante para los estadounidenses y para el mundo entero. Se trata, como lo
dice Gingrich de definir que país se quiere y eso no es nada fácil de definir a
pesar de la fortaleza institucional de la que gozan.
Comentarios