Los calendarios


Artículo Localeando, El Diario de Coahuila, 28 de noviembre 2004

Conforme pasan los días y surgen por ahí nuevos funcionarios públicos en cualquier nivel y en cualquier parte del país, mi proverbio chino favorito de “dale el poder a un hombre y entonces lo conocerás” se hace presente, ya sea con algún acto cuestionado o con alguna declaración desafortunada.

Y es que la transformación casi mágica que sufren las personas al tener esa herramienta llamada poder, hace borrar por momentos el cúmulo de valores que hayamos aprendido durante nuestra existencia. El proverbio chino me lleva a compararlo con aquel dicho (no se si mexicano) que dice “el dinero cambia a las personas”. Si bien dinero y poder suelen ir acompañados, el origen y la naturaleza de ambos es distinto, así como las consecuencias de su mal uso.

Los malos actos no siempre tienen porque violar la ley, pero si pueden violar algunos principios básicos como la moral y la ética. Un ejemplo claro de ello se observa con los altos sueldos que algunos funcionarios municipales de diversos municipios suelen tener. Si bien el difundir el salario contribuye a la transparencia, el monto del mismo cuestiona los niveles de ética pública que dicho o dichos funcionarios pueden tener.

La semana pasada el delegado de la PROFECO en Coahuila puso en circulación un calendario que muestra su imagen tal cual lo hacen los ciudadanos que ostentan un cargo de poder Ejecutivo; Presidente de la República, Gobernador o Alcalde.

La evolución de la misma política en México ha traído como consecuencia que hoy en día hasta la personalización del Poder Ejecutivo comience a cuestionarse. Imaginemos ahora la personalización de un cargo público administrativo. Si bien el hecho puede atribuirse a un funcionario novato e inexperto, su justificación lo sepulta moralmente hablando y hace ver dentro de él características no muy alentadoras.

Este acontecimiento hace renacer actitudes que durante muchos años su partido ha recriminado, e incluso va más allá al declarar que “yo soy la propia imagen de la Delegación en el Estado".  Al respecto el Delegado olvida varias cosas; las instituciones construyen un reconocimiento de manera colectiva (en estas tareas una sola persona no hace nada) y en base a resultados.

Olvida también que la PROFECO lleva años siendo una de las pocas instituciones públicas con buen grado de credibilidad, además su revista es de las que más tiraje tienen (pregunte Usted en el puesto de revista por el último número y difícilmente la encontrará). Así que la imagen de PROFECO es de PROFECO.

En política lo que aparente es y esto me lleva a navegar en el mar de las interpretaciones, donde puedo concluir que su frase antes citada se asemeja, guardando las proporciones, a la dicha por el Rey Luis XIV; “El Estado soy yo”. El delegado con su acto y después con su declaración comete errores, que aunque no son legales, sí son pilares en la formación de cualquier político o funcionario público. Con su actuación tiene poco que rescatar y mucho que volver a construir.

A los funcionarios les gusta operar en la frontera de la legalidad y de la ética pública dado que en México el marco general así lo permite. Cuando se sobrepasa dicha frontera la naturaleza humana de la justificación florece y en algunos casos se desarrolla. El funcionario federal se justifica diciendo que su acto esta dentro de la ley pero insisto ¿Estará dentro de las fronteras de la ética pública? La frontera de la ética y de las formas de actuar en la política, es decir de aquellas reglas no escritas, es muy delgada y debido a esto muchos cometen el error de traspasarla.

En nuestro país sigue muy arraigada la rancia costumbre de personalizar y apropiarse de los cargos públicos y mientras eso suceda la institucionalización del Estado y del gobierno no podrá ser una realidad. Es precisamente el fortalecimiento de las instituciones lo que puede sacar al país adelante y tal parece que desde nuestras actuales posiciones, aún siendo ciudadanos, contribuimos para que ello no suceda.

El ser funcionario público en México no es fácil, y los vicios que actualmente prevalecen dentro del ambiente burocrático federal, estatal y municipal suelen contagiar a los recién llegados, más cuando estos últimos tienen al final de sus prioridades el cumplir cabalmente con sus responsabilidades de ser buenos funcionarios públicos. El siguiente puesto más alto resulta demasiado tentativo y con ceguera desenfrenada solemos ir por él.

De aquí la urgente necesidad de que la ley del servicio público de carrera en el gobierno federal tenga éxito, de que el servicio civil en los gobiernos estatales pase de las palabras a los hechos y de que un sistema de recursos humanos profesional en los gobiernos municipales comience  a desarrollarse y establecerse.

El actual estado del arte de la burocracia mexicana hace incomprensible para sus integrantes aquella frase religiosa acomodada que dice; “ciudadano eres y en ciudadano te has de convertir”. La obligación principal es entonces no ser el eslabón más débil de la cadena de la institucionalidad pero ¿Cómo no serlo en un sistema de recursos humanos cuyo diseño promueve precisamente lo contrario?

Yo no sé cuales sean las metas personales del actual Delegado de la PROFECO pero si pretende darse a conocer entre el electorado con la finalidad de irse posicionando para un eventual lanzamiento de alguna candidatura, entonces hay muchos caminos por los cuales se puede transitar, siendo el principal el de los resultados.

Al principio de su gestión el Delegado creo una imagen alentadora con sus acciones de verificación de gasolineras, donde incluso tocó a un pariente suyo, pero desgraciadamente dicha imagen fue desvaneciéndose; primero con sus comités de defensa del consumidor y ahora con los calendarios.

Reconstruir una imagen pública, por más pequeña que esta sea, es mucho más complicado que construirla. Una vez cometido un error difícilmente dejas de llevarlo en la frente, sobretodo hoy en día, donde la sensibilidad social para con este tipo de actos comienza a desarrollarse y a tornarse más frecuente. El hecho desilusiona hondamente porque proviene de un actor perteneciente a una nueva generación de funcionarios/políticos. Esto nos muestra que la meta que perseguimos como país sigue estando todavía muy lejos.

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