Artículo Localeando, El Diario de Coahuila, 15 de diciembre 2004
El
jueves de la semana pasada presente y defendí mi tesis de maestría ante el
grupo de sinodales que seleccione. Mi tesis la titulé Elección de Regidores por
Distrito: Un Paso Hacia la Auténtica Representación de la Sociedad en los
Ayuntamientos Mexicanos. Sin duda alguna este es un momento muy importante en
lo personal y quisiera compartir con Ustedes algunos extractos de lo que
considero debería contener un nuevo marco electoral para los municipios.
Por
supuesto no es el único camino ni tampoco el mejor. De lo que sí estoy
convencido es que el no mejorar las reglas electorales actuales para los
municipios, nos condenaríamos a seguir con las limitantes de representación que
hemos venido arrastrando de tiempo atrás y padeciendo de Cabildos
institucionalmente débiles. Es necesario y urgente incrustar un sistema de
competencia más transparente al interior de los partidos políticos de modo que
los candidatos a regidores sean las mejores personas. El marco actual simplemente
no lo permite, al contrario llegan aquellos que tienen intereses que no
necesariamente son los colectivos.
La vida
municipal en México va más allá de una simple y llana relación
gobierno-sociedad, donde el segundo emite opiniones y reclama soluciones a sus
necesidades y el primero trata de cumplirlas. La cercanía hace que esta
relación frecuentemente rebase los límites institucionales para adentrarse a
las zonas personales de cada individuo. Mientras que un integrante del poder
ejecutivo o legislativo, federal o estatal, encuentra barreras de formalismo y
protocolo entre su persona y el ciudadano, el integrante de un ayuntamiento se
enfrenta cara a cara con el descontento social o goza de la confianza
ciudadana.
Durante
los últimos ocho años he podido comprobar, desde dentro y fuera de la esfera
gubernamental municipal, como una gran parte de la vida institucional de México
inicia en un orden de gobierno que ha sido constreñido profundamente, cuando es
precisamente en su seno donde se manifiestan todas las pluralidades del país.
La prueba más fehaciente la encontramos en el mismo artículo constitucional que
le da vida: el 115. El ejemplo radica en, quizás sin pretenderlo, la limitación
a una sola forma de gobierno local (ayuntamiento) cuando la heterogeneidad
invita a una apertura conceptual y jurídica que de cabida a las expresiones más
amplias de organización, entre ellas el indígena.
Del
mismo modo, he sido testigo de cómo la relación entre los integrantes del
ayuntamiento, la relación de estos para con el cuerpo administrativo y
operativo y los procesos de toma de decisión que se generan dentro de él,
requieren de una reformulación. Son muchos y variados los retos del
municipalismo en México, pero sin duda considero que los caminos de acceso al poder
público municipal deben ser replanteados, en muchos de los municipios de manera
mediata.
Estos
caminos, definidos dentro de un sistema electoral, por lo general conducen a
relaciones personales cobijadas en un partidismo arcaico y no a las institucionales,
basadas en el diálogo directo. El primer destino, desafortunadamente, marca la
pauta para los deseosos de ocupar un cargo en el ayuntamiento. Uno de los
efectos colaterales es que bajo este ambiente, los legítimos liderazgos locales
no encuentran tierra fértil para su nacimiento, desarrollo y posterior
consolidación, trayendo como resultado que la generación de cuadros, incluso al
interior de los partidos mismos, sea muy pobre. Esta es quizá, la peor herencia
de la representación proporcional tal y como esta planteada.
Me
queda claro que la auténtica representatividad de la sociedad en el
ayuntamiento mexicano muestra un serio déficit y que ningún sistema electoral
tampoco la garantizaría plenamente. Pero es imprescindible que exploremos
nuevos modelos de distribución del poder local para que así sea. Juzgar algo
sin haberlo gozado o sufrido, sería como condenar un futuro que exige
precisamente de creatividad y respuestas novedosas. Mi tesis busca complementar
la ilustración de uno de esos modelos: la elección de regidores por distritos.
Una
reforma electoral municipal donde los regidores sean elegidos por distrito
traería los siguientes resultados:
1.
Independencia de la voluntad ciudadana mediante la adquisición de una capacidad
de acción política, con respecto a la voluntad de los partidos.
2.
Influencia para que la autonomía del municipio sea realmente guiada por el brío
de los habitantes y no condicionada a los intereses políticos de los partidos,
todo ello debido al profundo vínculo que surgiría entre el regidor y el elector. Es el voto directo y
personal el que une al elector con el elegido.
3. El
voto directo para cada uno de los integrantes del ayuntamiento, a través de
distritos municipales, favorece la
legalidad y el sustento moral para cada uno de los mismos al reconocerlos como
verdaderos representantes de un sector de la sociedad, y que al ser elegidos
para desempeñar facultades, también los elige para responder a expectativas y a
responsabilidades.
4.
Cohesión política del cuerpo de gobierno gracias al proceso de acceso al poder
generando un redimensionamiento entre las relaciones del poder ejecutivo
municipal y el resto de los integrantes del Cabildo, haciéndolo a éste último
más equilibrado, sin subordinaciones y con independencia entre los mismos,
impactando directamente en lo que respecta a la rendición de cuentas y a la
transparencia en el ejercicio de gobierno.
5.
Reconocimiento de los poseedores del cargo de regidor por parte de la
ciudadanía como consecuencia de haber realizado campaña electoral, generando
una mayor identificación entre ambas partes.
6.
Generación y desarrollo de nuevos liderazgos con capacidad probada debido al
escrutinio efectuado durante las campañas electorales.
Es
urgente entonces la representación del deseo ciudadano a través de elecciones
que personalicen la política (no que se caudillice), de tal suerte que exista
la posibilidad de que el elector tenga la prerrogativa de diseñar mediante su
voto, no-solo una división de poderes en el ámbito municipal, sino también la
posibilidad de ir construyendo una institución fuerte.
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