Cataluña ¿una estocada a España?

Jaime Villasana Dávila, 9 de octubre 2005

Resguardando su identidad y consolidándola mediante un tremendo desarrollo económico, social y cultural, los Catalanes habían mantenido una postura de bajo perfil en cuanto a sus deseos por emprender acciones que condujeran hacia el eventual nacimiento de un país. En todo caso eran y son los Vascos el grupo étnico que a través de distintos caminos (la violencia con ETA y el institucional con el Plan Ibarretxe) quienes llevaban la voz cantante en esta materia.

Pero el pasado viernes 30 de septiembre los parlamentarios catalanes sorprendieron a medio mundo al aprobar con 120 votos a favor y 15 en contra, estos últimos todos del Partido Popular Catalán, un Estatuto (su Constitución local) histórico en España. Unidos bajo un sentimiento de identidad propia, mucho más poderoso que la unidad político partidista (así debe ser), los catalanes pretenden ser una país dentro de otro país al plasmar en el texto estatutario el reconocimiento de Cataluña como nación, contrario al texto aprobado en 1979 que la define como “nacionalidad”.

Pero el hecho no acaba en la sola inscripción de una palabra en un texto de carácter constitucional. El nuevo Estatuto también recoge el derecho de autodeterminación aludiendo a los derechos históricos, establece el principio de bilateralidad en las relaciones entre el Estado español y la Generalitat (Estado Catalán) y crea la comisión Generalitat-Estado que se encargará de los asuntos que afecten a ambas administraciones.

Además incorpora, entre otros lineamientos de carácter económico, fiscal y político, el deber de conocer el catalán y prevé que Cataluña tenga un papel en las relaciones con la Unión Europea en los asuntos que afecten a sus competencias o intereses. Esto último es como sí Coahuila o Chihuahua pidieran un asiento dentro del TLC para discutir asuntos que pudiesen afectar sus territorios dentro del marco del tratado. Vaya reto para la unidad de España.

El camino legal que debe recorrer el nuevo Estatuto es largo: la semana pasada fue enviado al Congreso Español para su registro en las Cortes, una especie de comisiones especiales. Posteriormente  habrá de transitar por diversas etapas antes de ser debatido y votado por el Congreso, donde necesitaría de 176 votos para ser aprobado. Después pasaría al Senado para su ratificación y finalmente los ciudadanos catalanes lo votarían en un referéndum, que se da por hecho sería por un sí.

Según reportes de prensa, ese día de la aprobación del nuevo Estatuto el edificio parlamentario presentó un lleno total con representantes de la sociedad civil y de la clase política catalana. No era para menos. Los Catalanes pretenden lograr por la vía institucional lo que ETA no ha logrado por la vía armada (después a través del Plan Ibarretxe): ser una nación independiente que voluntariamente se encuentra unida a España.

Durante los primeros días después de aprobado el Estatuto, el Presidente de la Generalitat de Cataluña, Pasqual Maragall, se mostraba convencido de que las Cortes españolas aceptarían la definición de Cataluña como "nación". Argumentaba que de lo contrario, el resto del contenido del Estatuto no tendría sentido y se inclinaba por la idea de que España se convirtiera en un Estado federal que interpretara mejor el concepto de la “solidaridad territorial”. Algo así como Alemania o Estados Unidos pero recargado.

Cataluña ha marcado el camino de lo que esta por venir en algunas zonas del mundo occidental; la consolidación de regiones que muy probablemente den nacimiento a futuras naciones en el mediano plazo. El tema no debe asustarnos porque las líneas que definen las fronteras de los países nunca han sido para siempre. El mundo siempre ha cambiado y no dejará de hacerlo. Por ejemplo Italia no existía a inicios del siglo XX y Alemania apenas si logró conformarse como país en la segunda mitad del siglo XIX. El Reino Unido por su parte siempre ha enfrentado tensiones para mantenerse “unido”. Toda Europa del este tiene fronteras que quince años atrás no tenía, igual Rusia.

En Sudamérica las tensiones debido a las fronteras son recurrentes (Chile, Argentina, Bolivia, Ecuador, Perú). Norteamérica puede mostrar mayor estabilidad pero ahí esta Québec y el resto de las provincias canadienses. Estados Unidos y su excesiva identidad en algunos estados (texanos, californianos) y México con instituciones que no se consolidan y con entidades federativas que retan a la federación por más recursos. Nemex consolidando su integración con Texas.  

Ya no se trata de si surgirá o no un nuevo país sino cuando y en donde. Solo basta que otras “chispas” (como la Catalana) se den en cualquiera de las regiones para que los deseos de mayores libertades afloren. Ahora bien, para manejar sentimientos nacionalistas o regionalistas los caminos son variados. El Reino Unido muestra uno al permitir la existencia de países dentro de una gran unidad; Escocia, el país de Gales, Inglaterra e Irlanda del Norte, que tarde o temprano se unirá con su hermana la República de Irlanda a pesar de las profundas divisiones religiosas hoy existentes.  

La unidad española enfrenta mayores escollos debido a la diversidad de sus grupos étnicos y por consiguiente a la diversidad de las lenguas habladas, dos factores que sin duda contribuyen a un sentimiento propio de nación. Ha esto habría que sumarle el desarrollo económico, político e institucional que han logrado algunas de sus Autonomías (los Vascos y Catalanes por ejemplo), lo que  las hace visualizar nuevos horizontes. En otras palabras hoy pueden ser un país sin problema alguno.

El deseo de algunos catalanes por convertirse en una “Nación dentro de una Nación” aun esta por verse, incluso se vislumbra que al final tendrán que modificar esta parte del nuevo estatuto. El presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, si bien al inicio mostró altos grados de tolerancia, en los últimos días ha ido cambiando su postura. Incluso el presidente de la Generalitat Catalana manifestó que en la redacción "Nos pudimos haber equivocado, con toda probabilidad".

El final de este acontecimiento será escrito en los próximos meses, sin embargo otra semilla, además de la Vasca, ya ha sido sembrada en esta nueva etapa que pone a prueba el futuro no solo de España, sino de varias naciones del mundo occidental.

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