Por Jaime Villasana Dávila. 5 de diciembre 2005
Canadá ha dado mucho que hablar en las últimas semanas debido a la reciente caída del gobierno de Paul Martin y por el décimo aniversario del referéndum sobre la soberanía de Québec. Sobre el primer hecho tenemos que las elecciones del 23 de enero para definir al nuevo gobierno son importantes pero normales; partidos políticos que hacen campaña para llegar al poder dentro de un marco democrático fuertemente consolidado. Nada fuera de lo común.
Sin embargo, la verdadera prueba de fuego para Canadá será el 2007 cuando se celebren elecciones provinciales en Québec. De ganar el Parti Québécois (PQ) es un hecho que habrá un nuevo referéndum, posiblemente en el 2008. Su plataforma política, aprobada el pasado mes de junio, así lo confirma.
Mi primer viaje a Canadá ocurrió hoy hace exactamente diez años y fue gracias a una novia canadiense que tenía en aquel tiempo. Casi un mes antes a mi arribo, específicamente el 30 de octubre de 1995, el PQ había perdido el segundo referéndum de tinte secesionista por un mínimo margen. El “Sí” a la soberanía obtuvo 49.4 por ciento y el “No” el 50.6 por ciento. Ese resultado, aunque no fue el ideal para el PQ, sí les dejo esperanzas dado que en 1980, en el primer referéndum, habían obtenido un 40.4 por ciento de votos a favor. El número de simpatizantes había aumentado y hoy parece que la tendencia sigue creciente.
Cinco años después regresé a Canadá y caminando por un centro comercial en Toronto, observé a un joven que portaba una playera que tenía estampado el mapa del país con sus provincias atadas por hilos. Una mejor representación de la realidad no podía haber encontrado. Para ese entonces el número de personas que se cuestionaban la viabilidad de Canadá como país iba en aumento a pesar del triunfo del “No”. El surgimiento de asociaciones políticas con tintes regionalistas en las provincias de Columbia Británica y Alberta eran (y son) la mejor prueba de ello.
Desde 1995 procuro dar seguimiento a la vida política canadiense y una de mis conclusiones es que una vez aparecido un sentimiento colectivo, como el separatismo en los quebequenses, es difícil de erradicarlo. Al igual que un virus, siempre buscará el momento adecuado para hacerse presente de nueva cuenta.
Han sido múltiples los factores que han mantenido vivo este sentimiento. El no reconocimiento legal a la cultura francófona de Québec durante la reforma constitucional canadiense de 1982 es uno de ellos. Al respecto decidí consultar a Mireille Ouellet, una buena amiga oriunda de Québec. Mireille me comento vía correo electrónico que “Pienso que queremos más un reconocimiento de nuestra particularidad cultural como parte integrante de la cultura canadiense que una secesión para obtener un país distinto”. La cultura, sin duda, es fuente de inspiración para desafiar a un país entero.
Otro de los factores que le han echado “más leña al fuego” fue el fiasco cometido por los “federalistas”, osease el gobierno nacional dirigido por los liberales, después del referéndum. Con el propósito de fomentar un Canadá unido, el gobierno de Jean Chretien (1993-2003) otorgó jugosos contratos de campañas publicitarias a empresas simpatizantes de su mismo partido. El reporte del fiscal Gomery, dado a conocer semanas atrás, ratificó los malos procedimientos en el otorgamiento de los contratos cuyos montos suman alrededor de US$75 millones.
La nueva generación de quebequenses es otro factor que suma a favor de una soberanía, o al menos de un “reconocimiento especial” para la provincia. Según un estudio realizado por la Universidad de Laval en Québec, el sentimiento pro-independentista se ha incrementado gracias al apoyo de los jóvenes, mientras que las viejas generaciones simpatizan mayormente con Canadá. Elsa Lefebvre, de 26 años y representante del PQ en la Asamblea provincial, señaló recientemente a la agencia AFP que su generación desea su propio país para tener un mayor control sobre su propio destino. Lefebvre agregó que “el deseo de soberanía no es un sentimiento anti-Canadá. Es pro-Québec. Canadá es un país maravilloso pero no es mío”.
El PQ no se anda con rodeos y en su página Web (www.pq.org) señala abiertamente su deseo por “Québec como un país soberano y con todos los instrumentos políticos, jurídicos y fiscales para ser dueños de su destino”. Adicionalmente existe un “Consejo de la Soberanía” encargado de promover y realizar acciones para sumar más simpatizantes. Otro referéndum esta en el horizonte de Canadá pero ahora será impulsado por el recién electo líder del PQ, el simpático Andre Boisclair, un político declarado gay de 39 años y que fumó cocaína cuando trabajó para el gobierno provincial en los 90’s.
Pero el sentimiento entre los quebequenses por ser “soberanos” es confuso y su alcance no ha podido ser definido del todo. Mientras algunos quieren un “trato especial” por parte del gobierno federal, otros desean una independencia total. Según una reciente encuesta realizada en septiembre por The Centre for Research and Information on Canada, el 49% de los quebequenses desea una soberanía ligada a Canadá, pero solo el 34% quiere una independencia total. Otras encuestas, como la de Ekos Research Associates realizada en octubre, indica que el 56 por ciento votaría a favor de la independencia de Québec.
En este mar de indecisiones habría que sumar las declaraciones de Lucien Bouchard, líder del PQ en el referéndum de 1995, quien señala que hay otros retos a enfrentar antes de organizar otro referéndum. El problema del bajo índice de nacimientos, definir una estrategia para enfrentar la competencia global y el envejecimiento de la población, son algunos.
El PQ no la tiene fácil en su intento por recuperar el poder en el 2007. Frente a ellos esta Jean Charest, actual Primer Ministro de Québec y un férreo liberal federalista pro-Canadá. Por lo pronto las encuestas para la elección del 23 de enero indican que muy probablemente ganarán los liberales, sin embargo deberán construir alianzas con alguno de los otros partidos para formar un gobierno de coalición.
El futuro de Canadá se ve retador y esperemos que el gobierno mexicano este ideando estrategias para cualquiera de los escenarios que pudieran presentarse. EUA ya lo esta haciendo.
Glosa: ¿Seguirá vigente el hermanamiento de Saltillo con la ciudad de Windsor, Ontario, Canadá?.
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