Japón; una perspectiva personal

Artículo Localeando, 17 de Marzo de 2011 
Jaime Villasana Dávila 

Mi primer viaje a Japón sucedió en Julio de 2005. La razón de esa visita era poderosa pues estaba relacionada con mi vida personal. Ese viaje de quince días me permitió convencerme de que podía vivir y sobrevivir temporalmente en una cultura y sociedad muy distinta a la mía. Tres elementos me llamaron la atención de sobremanera; el orden, su sed por la innovación y su cultura. Otro elemento me conquistó; su comida (incluyendo su cerveza).

Regresé en Septiembre de ese mismo año para reunirme con mi entonces novia. Con el paso del tiempo fui conociendo otros elementos multidisciplinarios adicionales a los ya citados. La tecnología era impresionante. Lo que en 2011 se está apenas conociendo en México en materia de teléfono celular, allá ya era la normal. Los “segundos pisos” tenían décadas de existir. En resumen; el desarrollo es muy visible tal como es sabido.

Pero dicho desarrollo tiene pilares. Por ejemplo, el aspecto legal era real y no simulado como en México; gobernadores y alcaldes yendo a la cárcel por malos manejos. La moral pública es alta; empresarios pidiendo disculpas públicas por haber defraudado a clientes. El respeto por lo ajeno es un pilar. Una sociedad que exige y espera mucho de cada uno de sus miembros. Lo colectivo por sobre lo privado.

El miedo y la forma de expresarlo era otro elemento llamativo, pero lo hacen a su manera. Quienes dicen que no son emotivos están equivocados. Bastaba con acudir a algunos de los miles de restaurantes/bares en Tokio para comprobar cómo la gente ríe, grita, canta (¡karaoke!). Son buenos bebedores y muy sentimentales.

El pueblo japonés es entonces, de acuerdo a los estándares de occidente (que también son los de México), una civilización exitosa y ejemplar en muchos aspectos.

Pero cometen errores (son humanos no robots como algunos luego los catalogan). Su bienestar va en declive. Su sociedad se hace vieja. Su deuda nacional es el doble de su PIB. La cacería de ballenas es condenable. La corrupción (aunque limitada) y políticos mezquinos detienen las reformas necesarias.

Dejé Japón en Diciembre de 2006 pero traje conmigo un pedacito del país; mi actual esposa, por lo que es natural mi sentimiento especial hacia los nipones y mis viajes anuales hacia allá.

La tragedia actual se siente cerca, pero como decimos los mexicanos; no hay mal que por bien no venga. Aunque se debe trabajar mucho para que tal bien arribe (no cae del cielo como algunos creen).

Y para trabajar los japoneses se pintan solos, por lo tanto, sea como termine esta tragedia (ojalá no apocalíptica), saldrán adelante tal como lo hicieron luego de 1945. ¡Ganbatte Nippon!.

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