Artículo Localeando, 9 de junio de 2011
Jaime Villasana Dávila
El reporte de Fitch sobre la deuda coahuilense es frustrante y desperanzador. La deuda total (incluyendo indirecta y solidaria) se ubica en más de 14 mil millones de pesos (y aumenta cada día), acercándose peligrosamente al 50% del presupuesto. Por ello bajó la calificación a Coahuila al igual que antier lo hizo S&P.
Fitch clasificó a la deuda como manejable (por ahora), S&P con perspectiva negativa y además “con información parcial”. Unos dirán que la relación deuda versus PIB estatal (234 mil millones de pesos aprox.) es apenas alrededor del 6% mientras para México es de 36%, EUA más del 50%. La respuesta rápida a esto es que, a diferencia de un gobierno nacional, Coahuila no puede emitir dinero para enfrentar su deuda o manejar variables económicas para financiarla.
¿Es grave la situación de la deuda coahuilense? Todavía no. ¿Preocupante? Sí y mucho pues con la tendencia y discrecionalidad actual nos acercamos a un punto peligroso.
Pero el tema de la deuda es algo secundario o consecuente de algo más profundo que como sociedad padecemos los coahuilenses. Nuestros valores democráticos siguen siendo muy débiles. Más que en otros estados de nuestro nivel.
Este incremento no en la deuda sino en ese virus llamado clientelismo, nos carcome lentamente y pone en entredicho el desarrollo social, económico y político de Coahuila.
Una clase empresarial local cegada por el capitalismo de cuates (o callada por sus vínculos comerciales con el gobierno), una sociedad civil organizada demasiado incipiente (o en exceso enfocada a la filantropía) y una clase académica ajena a los asuntos públicos (una parte es participe de ese clientelismo), nos conllevan a un estadio de mediocridad y desbalance social al que he hecho referencia anteriormente; mucho desarrollo económico y de infraestructura pero con habitantes obesos, mal educados y conformistas.
Otros estados tienen un mejor balance. En Nuevo León es envidiable como el CCINLAC (Consejo Cívico de Instituciones de NL) o la CANACO local le plantan cara al gobierno estatal y municipales. O como en Jalisco su sociedad civil organizada obligó par de años atrás al gobernador a cancelar un replaqueamiento innecesario.
No, el problema de Coahuila no es su creciente deuda. Su problema es deshacerse de esa red de intereses perversos tejida cuidadosamente y reforzada para atrapar a cualquiera. Su problema es no querer construir esa relación de pesos y contrapesos indispensable y crucial en cualquier democracia.
Y es que mientras alcance para la carne asada del fin de semana y la hielera llena de cervezas, lo demás vale madre. Somos chinahuila.
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