Escribo este
artículo derivado de un artículo publicado por el New York Times el pasado 9 de
junio titulado “The presidential candidate list grows; 366 and growing”. En español significa algo como “La lista de candidatos presidenciales
crece; 366 y contando”.
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Foto: The New York Times |
El artículo hace
referencia a los candidatos presidenciales en EE.UU. registrados ante la
Comision Federal Electoral (CFE). Detalla perfiles de algunos de esos candidatos
y hay de todo, como tradicionalmente suele suceder; adultos, jóvenes, viejos,
activistas, artistas, renegados, republicanos, demócratas, independientes,
verdes, comunistas, etc.
El pasado día
jueves consulté la lista en la página de la CFE y el número había crecido a 421. Y es que cualquier ciudadano estadounidense puede ser candidato. Tan
sólo basta llenar el famoso Formato 2 de la CFE y no tener
problemas con la ley.
Al reflexionar de
entonces a la fecha sobre el modelo gringo del registro de candidaturas, no puedo
dejar de pensar en El Bronco (gober electo independiente de NL), el joven Kumamoto (diputado local electo independiente al Congreso de Jalisco), Manuel
Clouthier (diputado federal electo independiente) y Alfonso Martínez (alcalde electo
independiente de Morelia).
Pienso en el largo
camino que estos ciudadanos debieron andar para llegar a su meta actual y lo
bien que le ha hecho a nuestra democracia el que hayan sido electos.
Recuerdo a los
otros ciudadanos y organizaciones que años atrás sembraron la semilla “independentista”
y se lanzaron al ruedo de las candidaturas independientes pero sin éxito porque
el tema no estaba regulado. Uno de los más destacables sin duda lo fue Jorge G.
Castañeda y su aventura presidencial de 2004-2005.
Tampoco puedo
dejar de acordarme de lo difícil que la pusieron en la ley los partidos
políticos para que un mexicano pueda registrarse como candidato independiente a
cualquier cargo de elección popular.
Concluyendo; los
requisitos entre uno y otro país son simplemente abismales. En México nos
sobran excusas para sobre-regularlos; que si el narco los apoyaría (¿y a poco a
algunos candidatos de partidos no?), que como gobernarán, que no tienen
experiencia, que esto y lo otro.
Pero bien sabemos
la razón de fondo. El temor de los partidos a lo que ahora es una naciente realidad;
ciudadanos sin partido (cierto, son muy pocos) ocupando cargos antes
monopolizados por los mismos partidos.
Como los partidos
no nos regalarán nada en este tema, como ciudadanos estamos muy a tiempo de
presionarles para que las reglas sean mucho menos rígidas en futuras
elecciones.
Nos urgen más
ciudadanos independientes compitiendo por cargos de elección popular. La
competencia nos dará mejores gobernantes.
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