Artículo Localeando,
11 de julio de 2013
Jaime Villasana Dávila
Hace casi un año, el 17 de julio para ser exactos,
escribí una relatoría sobre el entonces primer año que cumplimos pedaleando mi
hijo y yo para llevarlo a su escuela en México DF. Describí que todo había
iniciado a finales de agosto de 2013 cuando mi esposa y yo decidimos que para
cubrir la distancia casa-escuela-casa de 3 kilómetros la mejor alternativa de
transporte para llevarlo era la bicicleta. El tráfico vehicular de la zona en
que vivimos o el largo tiempo en llevarlo caminando eran grandes inhibidores.
Fue una gran experiencia que extrañaré. |
Describí que poco antes de iniciar el primer viaje
(ida) tuve una mezcla de temor con arrepentimiento debido a que la “carga” (en
ese entonces de 1.5 años) que llevaba era (es) de valor incalculable. Todavía
recuerdo como los primeros carros que pasaron al lado de nosotros hicieron que
mi cuerpo se tensara y mi atención se potencializara.
Durante ese año pedaleamos alrededor de 40 semanas lo
que significa alrededor de 200 días de clases, según calendario escolar. Eso
implicó que mi hijo y yo hicimos aprox. 400 viajes en bicicleta ida y vuelta y
que, multiplicados por tres kilómetros, da un total de 1,200 kilómetros
recorridos.
Pues bien, ayer mi hijo y yo concluimos dos años de
pedalear juntos para ir a su escuela. Y digo “concluimos” porque a partir de
agosto entra a una nueva escuela y por la distancia forzosamente tendré que
llevarlo en auto.
En estos dos años habremos recorrido juntos algo así
como 800 viajes o un total de 2,400 kilómetros. Al igual que lo dije hace un
año hoy vuelvo a señalar que afortunadamente nunca tuvimos un incidente ni estuvimos
cerca de tenerlo. Los automovilistas nos respetaron, siendo obvio que fue
así por mi hijo. Debo aceptar además que la mitad de la ruta la realizamos por
un andador para transeúntes y ciclistas, lo cual disminuyó grandemente los riesgos
de accidente.
Haber iniciado esa aventura en bicicleta nos trajo
diversos beneficios. De entrada ambos disfrutamos enormidades de cada viaje.
Comentábamos lo que íbamos viendo en el recorrido. Conocimos a nueva gente
durante el traslado.
Creo que a él le ayudó a madurar y a mí me aportó
condición física. Me motivó a comprar una bici de montaña y usarla los fines de
semana. De hecho ahora también mi esposa se sube a su bici y pedaleamos juntos
los domingos. Finalmente añado la sensación de contribuir un poco al medio
ambiente y a la disminución del tráfico.
Terminamos un ciclo mi hijo y yo que ya no volverá
pues el crecerá. Extrañaré (extraño) esos momentos. Es ya algo inolvidable.
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