20 de enero
de 2017
Jaime Villasana Dávila
Llega el día menos deseado para millones de personas
alrededor del mundo; en 60 minutos Trump jurará el cargo como el presidente 45 de los Estados
Unidos de América (EUA). La sensación mundial es que Trump es sinónimo de tragedia,
problemas, xenofobia, populismo y otras cosas más. Razón no falta. Su discurso
así lo dibuja.
La amenaza puede convertirse en oportunidad
Imagen: Gage
Skidmore
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De mi parte no pienso tan negativamente aún cuando sus palabras para con México han sido poco educadas, por decir lo menos. Muy creativos y hábiles deberemos ser para enfrentarle en las mesas de negociación. Su arribo al poder lo veo como una oportunidad aunque en su historia política, México mayormente se ha doblado y dividido en los momentos difíciles. Hoy podemos cambiar esa reputación.
Un poco de historia
Es cierto que México obtuvo su independencia de España
debido en parte a la unidad de sus habitantes para deshacerse del yugo de dicha
potencia. Pero también es cierto que el contexto externo le ayudó. Las ideas
liberales, surgidas a partir de la revolución francesa y de la independencia de
EUA, más la invasión de Napoleón a España, contribuyeron a la debilidad armamentística
del imperio ibérico y a que los mexicanos consolidarán (en lo básico) un
sentimiento nacionalista.
Pero luego de esa gesta histórica, el país no ha dado
para más. Todo el siglo XIX fue de divisiones y tragedias nacionales. Iniciando
con la pérdida del territorio del norte, pasando por la invasión francesa y
terminando con la dictadura porfirista. Algunos dirán que fue la etapa de la
construcción nacional, de la alineación de la iglesia católica a las leyes y
del inicio de su modernización. Pero bien sabemos que el saldo de dicho siglo
fue negativo. Por eso tuvimos una...Revolución al poco tiempo. Sugiero leer el libro “Las grandes
mentiras de nuestra historia”, escrito por Francisco Bulnes en 1903.
Luego tenemos el siglo XX. Inicio mal (con una
Revolución) y terminó…mal; más de la mitad de la población en una pobreza absoluta
y relativa. Nuevamente algunos dirán “fue cuando se construyeron las grandes
instituciones nacionales”. Hay que conceder que así fue ¿pero debemos de estar
orgullosos de unas instituciones que concluyeron dicho siglo generando los
resultados primeramente citados?
Pasamos al todavía joven siglo XXI. Inició con una
gran ilusión pensando que por fin transitaríamos lenta pero constantemente a un
país más próspero y no ha sido así. No hubo transición política, las “víboras y
ratas” foxianas no fueron atrapados y todavía siguen libres, tenemos al
Presidente con el menor
índice de aprobación en tiempos modernos (12%), la pobreza y desigualdad
siguen en los mismos niveles, un país inestable ante una gran amenaza exterior
(cómo en siglos pasados) y otras desgracias más. Otra vez, debemos conceder
ciertos avances pero ¿han sido suficientes? No.
<h2>Trump es oportunidad y no
problema</h2>
Tuve la fortuna de acudir a la toma de posesión del
Presidente Obama en enero de 2008. En medio de un frío endemoniado que
soportamos desde la madrugada y hasta el medio día, mi esposa y yo éramos
testigos presenciales de un hecho histórico y, además, parte de millones de
personas alrededor del mundo que pensaban que venían tiempos mejores no sólo
para EUA, sino también para nuestros respectivos países y el resto del mundo.
No fue así. Su mandato inició con una terrible crisis
económica (no fue culpa de Obama y la recuperación ha sido notable) y concluye
con incertidumbre mundial por…la elección de Trump. En otras palabras, cuando
en EUA eligen a quien consideramos será un Presidente benéfico para México
termina siendo peor para el país. Por ello debemos esperar que ahora que
eligieron a un Presidente que pinta para causarnos daño, nos deberá ir mejor,
por ilógico que parezca. Hay que hacer la tarea para lograrlo.
En un país exitoso esto es la excepción, no la regla.
Imagen: Kevin
Dooley
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El discurso político mexicano en estos días es que ante
tiempos difíciles los mexicanos sabemos unirnos. Pero resulta que nos unimos en
momentos de tragedias naturales y no políticas. Cosas muy distintas. Además
¿cómo nos piden gobierno y políticos unidad cuando el principal problema de hoy
en día (corrupción e impunidad) no es atacado ferozmente por las autoridades? Un
simple ejemplo: la empresa brasileña Odebrecht enfrenta cargos de corrupción en
numerosos países de Latino América pero en México no, aun cuando hay
acusaciones claras. Sobra decir de los casos de políticos y autoridades
mexicanas, además de los privilegios que seguirán gozando a pesar de los
numerosos “planes de austeridad” presentados un día y otro también.
Tal como escribieron algunos columnistas serios y
visionarios luego del triunfo de Trump; lo mejor que nos pudo pasar fue ello
pues nos pone frente a un espejo, haciéndonos forzosamente ver nuestras carencias,
problemas y desafíos. Las reacciones al gasolinazo (que por cierto apoyo el
incremento) es un síntoma de ello. Acciones esporádicas como el jitomatazo
organizado contra el diputado federal César Camacho, es otro. Por cierto,
no tardaron políticos y otros diputados en condenar el jitomatazo señalando que
es violencia ¿Y sus privilegios y tolerancia por la corrupción no son peores?. En
Europa los tomatazos, huevazos y similares son
prácticas de condena social tan añejas como aceptadas. No pasa nada. En
México, como siempre, el político haciéndose mártir y culpando al ciudadano
cuando el origen de tales reacciones son sus acciones. Siguen sin comprender.
¿Aprovecharemos la oportunidad?
Dado nuestros antecedentes históricos y nuestro
entorno actual la gran pregunta es ¿aprovechará México la ocasión para
reformarse estructuralmente? Mi ilusión de ver un país mejor me inclina a
señalar que sí, pero historia y realidad me dicen que no. Seguiremos siendo un
país mediocre como hasta ahora lo hemos sido.
Razones son conocidas. Las sustento en tres hechos (hay
más). La reacción de gobierno y políticos al desafío ha sido con propuestas
superficiales, nada estructurales como cambio de modelo político, ajuste al
aparato del poder político (disminución de Senadores y Diputados), ajuste a la
estructura del gobierno federal (eliminación de delegaciones federales, por
ejemplo). Buscan simplemente ajustes pasajeros, como la reducción de salarios y
otros privilegios que pueden darse mañana otra vez. Dan espejitos.
El otro hecho es que México hoy no tiene un liderazgo
nacional que nos saque de donde estamos, más allá de renegociar bien el TLC y
que sólo es una herramienta. Y no me refiero solamente al Presidente EPN y su
bajísimo nivel de aprobación. Me refiero también al resto de los partidos (incluyendo
el PRI), donde los liderazgos siguen siendo menores. Les queda muy grande el
reto.
El tercer hecho es la enorme paciencia de los
mexicanos ante casos de corrupción e impunidad y que en otros países hacen movilizar
masivamente a los ciudadanos. Tomemos el caso de Corea del Sur, donde millones
de personas salieron a protestar por actos de corrupción de la todavía
actual Presidenta, quien perderá su puesto pronto. Brasil es otro gran ejemplo
y hay también decenas de estados y ciudades con casos similares.
Sabemos los mexicanos que debemos involucrarnos más en
los asuntos públicos pero no lo hacemos. Con esta actitud nos disparamos al pie
a cada momento y los políticos siguen en las mismas. Si salir a la calle es un
problema (la gente trabaja), entonces al menos mandemos tuits o escribamos en
Facebook a los políticos recriminándole su comportamiento. A eso también le
hacen caso. No hay excusa para no hacerlo. 80 millones de mexicanos tenemos un
smartphone.
Gracias a Trump estamos ante la oportunidad de romper con nuestra
historia de mediocridades y de dejar tener un país a medio construir ¿la
aprovecharemos?
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