Cochinos y marranos: Corrupción y sexenio de AMLO

 

Artículo publicado en Más Información, 24 de abril de 2024

LOCALEANDO - Jaime Villasana Dávila

Durante el viejo régimen priísta que abarca de 1929 al 2000, hubo muchas reglas no escritas que definían los limites de lo que podía o no hacer el presidente, un gobernador, un alcalde, cualquier autoridad y, por supuesto, sus familiares y amigos. Algunas de estas reglas no escritas eran muy simples y sus palabras más que ilustrativas, de manera que todo mundo las podía entender.

Una muy famosa fue la de “se vale ser cochino pero no marrano”. Traducido significa “puedes robar, pero mídete” o, como diría aquel ex alcalde de Nayarit que se hizo famoso con su “sí robé, pero poquito”.

 

El 11 de marzo de 2021 AMLO anunció que ya no hay corrupción en México. Y hasta sacó un pañuelo blanco. Tres años después, la corrupción es incluso peor. El caso del Tren Maya, en el cual sus hijos están relacionados, es el monumento de la misma. Imagen: Milenio

Esta regla fue importante para el sostenimiento del viejo régimen priísta. Por un lado dejaba que sus miembros, y todo aquel cercano al régimen, pudiera aprovecharse de los recursos públicos y de las reglas formales del momento para su beneficio. Esto los mantuvo fieles y contentos.

Por el otro permitía que el régimen se conservara andando, pues casi todos sus integrantes salían ganando de alguna manera. Se transitaba por una línea muy delgada, pero funcionaba hasta cierto punto.

Esta regla no escrita (y muchas otras) comenzó a violarse cada vez más a partir de 1970, año que entró Luis Echeverría Álvarez al poder, un presidente de perfil populista que pensó que lo podría con todo y contra todos. Fue un error. Lo que se dio fue un bacanal tipo Sodoma y Gomorra; cada uno vivía sus propios placeres y lo demás les valía madre.  

Para el final del siguiente sexenio (1982) el sistema no aguantó y el país se hundió en parte porque esa regla fue violada una y otra vez; el débil balance existente se perdió, afectando naturalmente las finanzas nacionales y la forma de hacer política. México estaba en el sótano.    

Para recuperarse, el viejo régimen trató de reinstaurar esa y otras reglas que mantenían el balance. Naturalmente también instauró otras reglas formales (leyes, decretos, normas) para corregir la situación, pero ya era muy tarde. La derrota en el 2000 era inevitable.

Luego vino el sexenio de Peña Nieto (2012-2018) y la vieja regla no fue respetada y tampoco sus formas: algunos integrantes del gobierno federal y los gobernadores priístas del momento se despacharon con la cuchara grande, cayendo muchos en la cárcel (hay que reconocerlo). Por cierto, en los dos sexenios del PAN sucedió algo similar.  

Pasemos al sexenio de AMLO que está por terminar, quien llegó con la promesa de acabar con la corrupción tan pronto tomase el poder, dado que era la principal exigencia del electorado.

No obstante, por más que así lo haya deseado AMLO evidentemente su promesa jamás iba a ser cumplida al basar su “sistema de integridad y de justicia” tan solo en sus palabras (“ya nadie es corrupto en mi gobierno”), como si fuera Moisés abriendo el Mar Rojo. Se creyó Dios, pero es un simple mortal y con muchas deficiencias.

Eso de basar la operación de un país en meras palabras no lo logra ni siquiera un líder absolutista como el dictador de Corea del Norte, mucho menos lo iba a lograr un “wanna be” del autoritarismo.

Ahí están los incontables casos de corrupción en este sexenio autonombrado 4T. Todos los días salen casos nuevos en Pemex, Tren Maya, Dos Bocas, huachicol, programas sociales, los hijos de AMLO, los sobres amarillos, Ejército, etc. Y no olvidemos SEGALMEX, cuyo desfalco supera los 15 mil millones de pesos. Mucho más grave respecto del caso de la Estafa Maestra en el sexenio de Peña Nieto y cuyo desfalcó fue de casi 8 mil millones.  

En suma, en este sexenio del obradorato la regla de “se vale ser cochino pero no marrano” simplemente no la aplicaron sus líderes. Es más, ni el intento le hicieron pues sabían que AMLO estaba cegado con el supuesto poder de sus palabras para acabar con la corrupción. Ello les da mano libre para hacer lo que quieran. Cuanta ingenuidad de AMLO.  

El problema es que hay dos hechos que pintan un panorama muy oscuro para México ahora que se va AMLO. El primero es que buena parte de la sociedad mexicana no quiere voltear a ver la corrupción del obradorato y reconocerla porque está siendo beneficiada a través de los depósitos bancarios que le hace el gobierno amlista. Esta es sin duda una postura muy egoísta, más sabiendo que estos beneficios no los perderá si gana la oposición; “que se joda el país siempre y cuando a mí me sigan depositando”.  

El segundo hecho “maligno” es que la corrupción no se combate solo con palabras del líder o los líderes, aun siendo muy poderosos. Las pruebas sobran y ya cité algunas. Además, Sheinbaum es de la misma línea de AMLO; mis palabras son la ley y, para darle atole con el dedo al electorado, dice que creará la Agencia Nacional Anticorrupción que estará a cargo de…ella (la presidencia). Vaya descaro.

Está más que comprobado que se necesitan también leyes, mecanismos autónomos, herramientas sólidas y, principalmente, su aplicación. Y aquí AMLO, Sheinbaum y MORENA quieren acabar con lo poco que tenemos; el INAI, el Sistema Nacional Anticorrupción, someter al Poder Judicial, marcar línea a los Ministerios Públicos y aplicar leyes a modo que les garantiza más impunidad, como las reformas a la Ley de Amparo y a la Ley de Amnistía.  

Si estos dos hechos no los reconocen los electores que saldrán a votar el próximo 2 de junio, el escenario para México es extremadamente complicado. Tanto que ni siquiera reglas no escritas como “se vale ser cochino pero no marrano”, podrán ser aplicadas. Serán todos marranos, tal como lo estamos viendo ahora mismo. Será una jungla donde los más débiles y desprotegidos lo serán todavía más.        

Concluyo diciendo que no justifico y pretendo promover la aplicación de la regla no escrita de “se vale ser cochino pero no marrano”. Es muy nociva y atenta contra la naturaleza misma de un estado democrático basado en la legalidad. Sin embargo, en países como México, que todavía no llega a ese nivel, reglas no formales de este tipo aplicadas por los líderes han ayudado a más o menos avanzar hasta lo que hemos logrado y que hoy está en grave riesgo de desaparecer.

Creerse que por tus propias palabras lograrás algo es autoengañarse así mismo. Hace falta mucho más que eso. Podrá ser AMLO uno de los políticos más profesionales que hemos tenido, pero nunca entendió el límite de sus palabras para minimizar algo tan complejo. La corrupción en México está hoy peor que nunca. Y así seguirá si no cambiamos de rumbo.  

Glosa: Ahora en la campaña presidencial, AMLO y Sheinbaum promueven fervientemente que en este sexenio de la 4T, el gobierno federal ha recuperado 2 billones de pesos de la corrupción. Pero hay dos puntos; 1) No han presentado el desglose de ese monto, explicando con pesos y centavos el cómo llegaron a esa cifra; 2) No han metido a la cárcel a los responsables de tal corrupción, lo cual sugiere que hay impunidad. De haberlos detenido, ya lo supiera todo México. Si acaso hay que concederles algunas detenciones por el caso de SEGALMEX (16 mil millones), pero su ex titular responsable del desfalco ¡sigue trabajando en el gobierno de AMLO!, específicamente en la SEGOB-INAFED. Esa es la seriedad que le dan al tema de la corrupción.   

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