Adiós Viena
Artículo
publicado en Más Información, 10 de julio de 2024
LOCALEANDO - Jaime Villasana Dávila
No recuerdo exactamente el año en
que escuché por primera vez la palabra Viena, pero era yo muy niño, quizá unos
seis o siete años. Eran inicios de los 80s y mis padres eran clientes algo
frecuentes del Café Viena, un tradicional restaurante de Saltillo fundado en
1960 y desde 1990 ubicado en la conocida calle de Presidente Cárdenas. No sabía
yo que Viena era una ciudad.
El Café Viena es muy famoso por sus “palomas de ternera”, unos tacos en tornilla de harina con carne de ternera, lechuga y tomate. De niño y hasta la adolescencia era lo que siempre pedía cuando le visitaba, pero desde hace como 20 años pido el bistec ranchero. De los mejores que he probado.
Regresando a la palabra “Viena”, para mediados de los 80s estaba ya un poco más grande y tenía una mejor comprensión del mundo. Fue entonces que aprendí que Viena era la capital de Austria. La historia y las noticias en la TV y periódicos las devoraba y eso me abrió más los ojos. Me fascinaban las relativas al bloque comunista; un mundo que se me hacía muy gris, oscuro y misterioso.
Entre este mundo comunista y el mundo occidental estaba Austria, un país neutral atrapado entre los dos bloques y cuya capital estaba infestada de espías. No era como Suiza, también neutral, pues a esta le rodeaban solo países capitalistas. Además, Austria se hizo neutral a la fuerza y fue la condición de los soviéticos para abandonar al país en 1955. Suiza se hizo por decisión propia.
Era muy común que Viena apareciese
en las noticias de los 80s porque aquí se encuentra la sede de la OPEP
(Organización de Países Exportadores de Petróleo), así como la tercer sede de
las Naciones Unidas y muchas otras organizaciones internacionales.
Habiendo dicho lo anterior como contexto y de experiencia personal, jamás imaginé que algún día viviría en Viena, una hermosa ciudad que por un año y medio la disfrutamos tanto como pudimos y la cual, según The Economist, es la mejor ciudad para vivir.
Viena es una ciudad pomposa y que está muy por encima de Austria, un país pequeño (9 millones hab.) que políticamente hablando tiene poco peso internacional. La suntuosidad de Viena se debe a que alguna vez fue capital del Sacro Imperio Romano y que al final de su existencia se llamó Imperio Austro-Húngaro, desaparecido al término de la Primera Guerra Mundial. Viena son los remanentes de tales imperios y excelentemente conservada con la riqueza existente en el país, cuyo PIB per cápita anual (52 mil euros) es el quinto más alto de Europa.
En su centro histórico hay palacios imperiales, palacios de nobles (príncipes, duques), edificios gubernamentales, museos, teatros, galerías y múltiples iglesias, siendo algunas muy lujosas. Afuera del centro histórico se encuentran los edificios comerciales y de vivienda vertical, usualmente de cuatro a seis pisos todos y manteniendo un diseño clásico. Casi el 60% de los habitantes de Viena viven en edificios de vivienda social que le pertenecen a la ciudad, siendo un caso que merece una columna aparte. Ya en las orillas hay casas.
En el tema de transporte público y movilidad Viena es potencia y envidia. Hay tranvía, autobús y metro, los tres trabajando de manera sincronizada y puntual. Todo es operado por la ciudad, es decir, no son privados o concesionados aunque esto es lo de menos, siendo lo importante la calidad del servicio. En nuestro caso el transporte público era el medio de transporte dado que no teníamos carro y tampoco lo necesitábamos.
Luego tenemos las ciclovías y que tienen una longitud de 1,661km, muchas de ellas en carriles exclusivos y otras compartidas con vehículos y debidamente señalizadas. Ambas son utilizadas en cualquier época del año, incluso en invierno cuando las temperaturas rondan los -2 a 5 grados o ahora en verano con temperaturas de 30-33 grados y una humedad del demonio.
Siempre que utilizaba las ciclovías no dejaba de pensar en mi ciudad natal (Saltillo) y en todas las de México, cuya longitud de ciclovías no llega en muchas de ellas a 50km. Una miseria comparado con el dato de Viena. No cabe duda de que las autoridades municipales mexicanas pueden hacer muchísimo más en materia de ciclovías y para ello no se requiere tanto dinero, sino voluntad. Y es que las ciclovías no dan votos.
Dado que soy aficionado ciclista, ahondaré un poco más en las ciclovías fuera de la ciudad. Hay ciclovías por los dos lados del fascinante Río Danubio y la del lado norte cruza prácticamente Europa, yendo de Alemania y hasta el Mar Negro de Rumania. En el canal Danubio, que se adentra un poco a la ciudad, igualmente hay dos ciclovías pero terminan poco antes de conectarse con el Río Danubio, el cual está dividido a su paso por Viena en dos vertientes y estando en medio la Isla Danubio. Todas estas ciclovías son usadas también por corredores y personas caminando, habiendo en ellas algunos restaurantes y bares. Los fines de semana están muy concurridas, sobre todo ahora en verano.
Por el lado norte de la ciudad hay
una cadena de colinas que nacen justamente en el Río Danubio y es aquí donde
nace la cordillera de los Alpes en su lado este. En estas colinas hay un sinfín
de senderos para montañistas y ciclistas todos debidamente señalizados, de
manera que los usuarios saben donde están y a donde pueden dirigirse. Recorrí
estas colinas en mi bicicleta gravel tanto como pude en este año y medio de
estancia y no terminé de explorarlas por completo.
Viena está creciendo a pasos agigantados. En la zona donde está el complejo de la ONU, y que es una pequeña isla, se están construyendo nuevos edificios, condominios y edificaciones. En el resto de la ciudad ocurre lo mismo; construcción de condominios y zonas comerciales. Cuando visitas una ciudad y ves en ella muchas construcciones, ello significa que es una ciudad pujante y Viena lo es.
En el aspecto sociodemográfico la ciudad es muy internacional debido a lo antes comentado; es sede de organismos internacionales. El inglés es muy hablado y no tuvimos problema alguno para realizar una vida normal, incluso en nuestra visita con doctores y dentistas, aunque ciertamente debimos buscar previamente de que hablasen dicho idioma. En los pueblos ya es otra cosa, pero en sus restaurantes sus trabajadores suelen hablar inglés debido a los turistas.
Hay personas de todas nacionalidades y escucha uno idiomas prácticamente de toda Europa, principalmente del este. Con la guerra de Ucrania y Rusia es común escuchar ambos idiomas. De hecho en la ciudad hay muchos rusos y se nota que son de dinero, beneficiados probablemente por el régimen de Putin. Por cierto, Austria sigue comprando casi la mitad de su gas a Rusia, un hecho criticado por otros países europeos pero que a los austriacos no les incomoda. Esta es mi principal crítica al país.
Otra raza muy común en Viena son los
árabes; desde iraníes (no son árabes, lo sé) y hasta del Kurdistán (mi
peluquero), pasando por turcos, sirios y demás. Todos ellos son dueños de una
buena parte de las peluquerías, los puestos de comida rápida, taxis y muchos de
los puestos de souvenirs en las calles.
Es gente muy chambeadora pero su amplia presencia ha causado cierta división en la sociedad vienesa y austriaca. En este país la extrema derecha tiene presencia sólida y en el Congreso nacional 30 de los 183 asientos les pertenecen. Su preferencia electoral ronda el 15-20% y hacen mucho ruido.
Como no hay ciudad perfecta concluyo con los negativos de Viena, que son pocos. De entrada es algo sucia. Es común ver basura tirada en andadores y algunas calles. Me queda claro que no son los locales los causantes de ello, sino quizá visitantes o personas de otras nacionalidades. Otro negativo es la comida; es muy limitada y se centra en el famoso “Schnitzel” o milanesa de ternera, papas, salchichas, jamones y ensalada. Lo que sí es buenísimo es el pan y los hay de todo tipo y colores. También venden un caldo de res algo parecido al norteño de México. Es bueno también.
Nuestra estancia en Viena por un año y medio se dio sin que lo esperábamos. Lo aprovechamos tanto como pudimos pero, como suele suceder, es imposible cubrirlo todo en tan poco tiempo.
Viena es una solemne ciudad que merece visitarse sin duda alguna. Más si te gusta la ópera, la música clásica, los museos y la historia.
De mi parte ya tengo ahora una mucho mejor noción de lo que es Viena. Y no, no se limita sólo al Café Viena de mi querido Saltillo. Hasta la próxima Viena y gracias por la hospitalidad.
www.localeando.com X: @jvillasanad
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