Coahuila y NL 200 años; homenaje también a nuestras extintas etnias originarias
Artículo
publicado en Más Información, 4 de septiembre de 2024
LOCALEANDO - Jaime Villasana Dávila
Este año Coahuila y Nuevo León cumplen 200 años de su creación como estados integrantes de la República Mexicana. Su evolución desde que eran provincias de la Nueva España bajo los nombres de Nueva Extremadura y Nuevo Reino de León, respectivamente, y luego ya como entidades federativas, ha ido muy de la mano. Su cercanía es incuestionable. De Saltillo salió el contingente para fundar misiones y caseríos en ambos estados, incluido Monterrey. Incluso por algunos años fueron un sólo estado (siglo XIX). Hoy unen dos autopistas a las dos capitales y están saturadas.
En las celebraciones que ambos
estados están realizando este año con motivo de su fundación se han incluido
incontables eventos políticos, sociales y culturales. De hecho Coahuila aún no
los termina, lo cual sucederá con la celebración del día de la independencia de
México.
No he seguido muy de cerca y tampoco me sé completamente el listado de todos los eventos pero, según lo que he alcanzado a enterarme, hay un actor o actores a los que no se les ha reconocido como parte de nuestra herencia e identidad actual forjada durante dos siglos. Me refiero a los grupos indígenas que habitaron en ambos estados hasta inicios del siglo XIX y de los cuales hoy ya no existe alguno originario.
Su desaparición es más que conocida y puedes comprobarlo en la página Atlas de los Pueblos Indígenas de México del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas, en la sección de “Distribución Geográfica”. La liga es https://atlas.inpi.gob.mx/distribucion-por-entidad-federativa/
Cuando haces clic en Nuevo León te saldrá la nota “En esta entidad no hay pueblos indígenas originarios” y cuando lo haces con Coahuila dirá “Kikapú”, no obstante esta etnia no es originaria de Coahuila sino del centro de EE.UU., llegando al estado en el siglo XIX. Hay también una pequeña comunidad de Mascogos en el norte, cerca de donde viven los Kikapú, pero ellos también provienen de EE.UU., específicamente de Florida. Llegaron al estado por las mismas fechas.
Fueron decenas los grupos o tribus indígenas que habitaron ambos estados y por citar algunos tenemos a los Rayados y Borrados en Nuevo León y a los Cuachichiles (o Huachichiles) y Coahuiltecos en Coahuila. Otros más fueron los Alazapas, Atajal, Cantunas, Irritilas, Tobosos y Gavilán. Muchos de estas etnias eran parte del grupo étnico coahuilteco, pues su lengua era similar.
En Texas permanece una línea de los coahuiltecos y su nombre es la nación Tap Pilam Coahuiltecan. En su sitio web https://tappilam.org/ podrás conocer más de ellos. Su sede está en San Antonio, Texas.
Por las condiciones geográficas todos eran nómadas, siendo muy difícil generar una civilización. Lo eran por necesidad más que por gusto. A todos ellos se les conocía como Chichimecas, nombre genérico que recibieron todas las etnias de los estados del norte. Los españoles jamás pudieron dominarlos por completo, como sí lo hicieron con los aztecas, tlaxcaltecas, mayas, otomíes y todas las demás etnias mesoamericanas. Incluso los chichimecas decían que también había que matar a las etnias aliadas de los españoles, pues todos eran “blancos”. Preferían y prefirieron morir hasta la extinción en el intento de volver a ser libres, de ser nómadas, de ser ellos.
Su existencia ha sido minimizada por los grandes historiadores nacionales como Miguel León Portilla y otras personalidades como José Vasconcelos, primer titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP) y ex rector de la UNAM en la presidencia de Álvaro Obregón, hace un siglo.
También han sido minimizados por algunos historiadores de Coahuila y Nuevo León, aunque de unos 30 años para acá se ha ido ahondando en su investigación para conocerlos mejor. A propósito de ello recomiendo el libro “Los bárbaros, el rey, la Iglesia. Los nómadas del noreste novohispano frente al Estado español”, del historiador saltillense Carlos Manuel Valdés Dávila y publicado en 2022. Es una verdadera joya que se adentra a los vidas de estas etnias “salvajes”. Lo puedes comprar en versión digital o impresa. Vale la pena su lectura.
El hermoso Museo del Noreste en Monterrey inaugurado en 2007 también trata de hacerles justicia y rescata su historia dedicándoles una sala completa. Igualmente hay algunas zonas y sitios naturales y creados por el hombre en Coahuila y Nuevo León que llevan sus nombres o de sus líderes. La principal montaña en Saltillo tiene el nombre de Zapalinamé, líder de una tribu local que acechaba a los colonizadores asentados en Saltillo en el siglo XVI. Otro ejemplo es el equipo de fútbol Rayados de Monterrey, en referencia a la etnia del mismo nombre (no es porque tengan rayas en su uniforme).
No obstante todo lo anterior, y de otros esfuerzos que buscan reconocerlos y ponerlos en el lugar correcto de nuestra historia regional, me parece no ha sido suficiente.
Muchos se preguntarán porque celebrar y rendir un mayor homenaje a grupos étnicos que desaparecieron hace más de un siglo y que además a pocos les interesa. Sin embargo, hay muchas razones para hacerlo. Una es porque son las etnias de nuestra tierra y no importadas de otras zonas del país.
Pero la razón más poderosa es porque sin ellos no se hubiese forjado la identidad, los valores y el carácter de lo que hoy somos como coahuilenses y neoleoneses. Así de simple. Su carácter salvaje, atrevido, pragmático y temerario fue traspasado a los colonos de aquella época porque sin tales características simplemente no hubiesen podido sobrevivir en un ambiente tan adverso. Incluso los colonos de aquellos años tuvieron que adoptar algunas maneras de vida y alimentación de los “salvajes” para adaptarse a su nuevo hogar.
Varios eventos o acciones pueden hacerse para homenajearlos y recordarlos en las celebraciones de los 200 años, como por ejemplo asignar a nuevos bulevares en nuestras ciudades sus nombres. Lo mismo con nuevos centros de gobierno, jardines, bibliotecas, centros comunitarios y parques. Reforzar su presencia en los libros de texto escolares e incluso poner con letras de oro alguna referencia en los recintos de los Congresos locales de Coahuila y Nuevo León, es también más que merecido.
Otro ejemplo: el gobierno coahuilense pudiera estrechar relaciones con la nación Tap Pilam Coahuiltecan para conocer experiencias, realizar viajes de intercambio y difundir más su cultura entre los coahuilenses.
Pero quizá el más grande homenaje que pudiéramos darles es pedirles disculpas públicas en ausencia, vía los dos gobernadores actuales, por el maltrato recibido de parte de nuestros antepasados. Su desaparición fue muy lamentable y está a debate si fue algo premeditado o la suma de muchos factores, pero esa es otra columna.
Cerremos con broche de oro nuestros 200 años como estados reconociéndoles debidamente su lugar en nuestra historia y sus aportaciones a nuestra cultura, carácter e identidad. Sin ellos simplemente no seríamos lo que hoy somos.
Que su desaparición nunca quede en vano.
www.localeando.com X y Threads: @jvillasanad
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