La andanada norteña en PRI y PAN

Desde las décadas de 1910 y 1920 los políticos norteños no han jugado un rol importante en la vida política del país, siendo los últimos Madero, Carranza, Villa, Obregón y Calles, por citar algunos. Colosio fue muerto, la luz de Pancho Barrio solo alumbró en el norte y Zedillo y Salinas no eran oriundos la zona.

Tenemos pues que desde hace casi 100 años México ha sido dirigido bajo la óptica de líderes políticos que pertenecen al centro y sur. Otro hecho que ha contribuido a ello es que la mayor población del país se concentra en estas regiones, generándoles un mayor número de diputados en la Cámara baja y por consiguiente una perspectiva que siempre apunta a los Estados más pobres, hecho loable, pero sin que se les exija mínimos índices de eficiencia y eficacia en la implementación de políticas públicas. Con las empresas paraestatales (PEMEX, CFE) es prácticamente lo mismo, incluso iría más allá: se encuentran secuestradas por políticos principalmente del sur a través de sus sindicatos.

Contrario lo que se dice, el norte del país posee también altos índices de marginación y pobreza. Basta recorrer las zonas periféricas de las ciudades; ninguna escapa a éste terrible mal. Lo peor del caso es que el futuro no luce nada alentador debido a los movimientos de migración hacia ellas desde otras regiones e incluso otros países. Tan solo en Baja California, seis de cada 10 habitantes no son nacidos ahí. Con estos movimientos poblacionales no hay progreso y dinero que alcance y por si fuera poco habría que agregarle el terrible fenómeno del narcotráfico.

Respecto a otros andares, pero siempre bordeando el regionalismo, tenemos un pasado histórico que nos recuerda nuestras múltiples discrepancias (la actitud es una de ellas). Guardando las debidas proporciones, el régimen priísta al igual que el comunista en la ex –Yugoslavia, contribuyó a amainar las diferencias notables entre las diversas regiones del país.

Pero ahora que México goza de mayor libertad política, es probable que los regionalismos avancen con mayor ahínco en el futuro. A diferencia de la ex –Yugoslavia, donde convivían diversas razas, en México predomina solo una (la mestiza), sin embargo no habremos de olvidar que las diferencias culturales y políticas también han sido motivo para generar divisionismos.

Narro todo lo anterior porque los últimos acontecimientos ocurridos en el PAN y PRI nos indican que los regionalismos están más vivos que nunca. El triunfo de Manuel Espino, un duranguense-sonorense, así como el triunfo de los gobernadores del noreste para modificar los estatutos del PRI para analizar al sector energético, así nos lo hacen saber.

Iniciemos con el PAN. Con el triunfo de Espino como Presidente Nacional se rompe una “Panestroika” que por largos años había mantenido el poder partidista a través de panistas guanajuatenses, queretanos, mexiquenses, yucatecos, michoacanos y jaliscienses. Hoy los derrotados tradicionalistas se sienten desplazados y lanzan sonoras advertencias sobre una muy probable desunión, lo que anuncia entre líneas que solo ellos son capaces de dirigir a éste partido.

Los partidos deben sufrir renovaciones y sacudidas de vez en cuando para romper ciclos que los hacen perder noción de su ubicación, tomando posiciones que los alejan de la ciudadanía. No hay que olvidar que Germán Martínez y compañía (o sea los tradicionalistas) no permiten la ciudadanización de ese partido al eliminar, en su pasada asamblea, la posibilidad de que simpatizantes y adherentes voten para elegir a su dirigente nacional y a diversos candidatos.

Más allá de la muy probable alianza de Martha Sahagún con Espino (suceso totalmente válido), se nota en él una clara actitud netamente franca y con altos ingredientes de pragmatismo. Durante la entrevista que le realizó Denisse Maerker hace ocho días en su programa “En el Límite”, observé a un tipo rudo pero honesto, escaso de caballerosidad ante la periodista pero directo. Un tipo con un lenguaje sencillo pero con decisión. Insisto, la diferencia fue su actitud.

A Espino se le acusa de todo y no le han comprobado nada. Lo tachan de ser extremista porque tiene la característica de ser pragmático, cuando son dos conceptos totalmente diferentes. Sin embargo y como cualquier persona tiene un lado potencialmente oscuro; lo acusan de ser de ultraderecha a través del Yunque. Habrá que estar atentos.

Por el lado del PRI, el regionalismo esta aún más presente. El triunfo de los gobernadores de Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas sobre las huestes dinosauricas de Bartlett, demuestra que cuando los beneficios comunes se pueden palpar (en este caso por el gas) se pueden derrotar a los intereses grupales que mantienen Bartlett y compañía. El senador poblano considera tener la verdad absoluta y no se da cuenta que con sus declaraciones contribuye a generar un ambiente que no aporta a la unidad del país.

Después de derrotado en la pasada asamblea priísta, Bartlett señalo que “los gobernadores del norte creen que van a recibir algo, y no, no van a recibir nada pero van a llevar a México a una crisis similar a la que fue llevada Argentina, a un desastre, al saqueo del petróleo”. Bartlett no se ha dado cuenta que llevamos años en crisis energética porque él siempre ha vivido en la burbuja de los poderosos. El no sufre por un gas caro como se sufre en el norte. El verdadero saqueo lo realizan quienes no desean un desarrollo del sector; lo que saquea Bartlett es la esperanza y el progreso.

El sindicato petrolero, apoyado por Bartlett, no desea una mayor intervención del sector privado, no porque le preocupa su privatización, sino porque saben que la eficiencia y efectividad se harán presentes en PEMEX, ocasionando que miles de dirigentes y lideres sindicales se queden sin empleo.

Como olvidar la fuerte discusión que hace poca más de un año sostuvieron Fernando Elizondo (cuando era gobernador de Nuevo León) con Murat. Como no recordar a Genaro Borrego discutiendo hasta el cansancio con el peón de Bartlett (el Senador Cantón Zetina). Como no tener en la mente los desencuentros de Alejandro Gutiérrez con el mismo Bartlett. El denominador común de todos estos enfrentamientos fue que discutían políticos del norte contra sus pares del Sur.

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