Artículo publicado originalmente en la revista Milenio Semanal el 4 de septiembre, 2011
¿Qué le pasó a Coahuila?
Pese a que fue un
gobernador exitoso por sus obras y programas, Humberto Moreira enfrenta hoy
múltiples críticas por la gran deuda en que dejó sumido a su estado: las
cuentas no cuadran.
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2011-09-04 | Milenio Semanal, por Jaime Villasana Dávila
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Humberto Moreira
al asumir la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional del PRI en marzo pasado.
Foto: Saúl López/ Cuartoscuro
Con una deuda de
casi 34 mil millones de pesos, una cifra mayor a su presupuesto anual de 2011
—que ronda los 31 mil 165 millones—, financieramente hablando Coahuila está de
rodillas, pero no quebrada (por ahora). El panorama luce cuesta arriba con el
bajón que Fitch y Standard & Poor’s dieron a las calificaciones de la deuda
estatal, dado que la tasa de interés por los nuevos créditos a contratar para
refinanciarla será más alta.
Pero a las
finanzas hay que catalogarlas en el rubro de los efectos y no en el de las
causas, pues éstas las encontramos en los ámbitos político y social. Es en
éstos donde se define el rumbo que toma una sociedad y la forma en que los
recursos se invierten. Si en tales ámbitos los equilibrios son débiles o son no
existentes, los efectos generalmente no serán los esperados.
ANTES
DE MOREIRA
Humberto Moreira
Valdés recibió a finales de 2005 un estado con su tradicional equilibrio de
sectores tanto regionales como sociopolíticos. Las expresiones regionales
estaban presentes: entre sus principales factores destacaban los laguneros,
quienes mantenían su posición de balanceadores, el peso político del Partido
Acción Nacional (PAN) en la región, la poderosa iniciativa privada lagunera y
un movimiento civil activo con raíces que datan del reparto agrario en el
sexenio de Lázaro Cárdenas.
En el centro y
norte del estado el poder político del Partido Revolucionario Institucional
(PRI) era incuestionable, pero estaba en manos de actores locales. La excepción
era el municipio de Acuña, casa de Unidad Democrática de Coahuila (UDC), uno de
los partidos locales más longevos del país, fundado en 1983 por Evaristo Pérez
Arreola, miembro fundador del Sindicato de Trabajadores de la Universidad
Nacional Autónoma de México. En el sector económico, comerciantes y mineros
mostraban su poder cuando así se ameritaba.
En el sureste,
donde se ubica Saltillo, el anterior gobernador, Enrique Martínez y Martínez,
al ser político y empresario, fungía como un puente entre ambos sectores
locales. Los hermanos Javier e Isidro López del Bosque —entonces con vida—, del
Grupo Industrial Saltillo (GIS), mantenían su característico rol de líderes y
vocales de la iniciativa privada; pero el sector civil saltillense, a
diferencia de La Laguna, nunca ha sido factor pues su organización es débil y
concentrada en el altruismo y no en movimientos civiles, un comportamiento
clásico de una sociedad conservadora. El sector obrero-sindical alineado a la
Confederación de Trabajadores de México y a la Confederación Revolucionaria de Obreros
y Campesinos vivía de las viejas glorias de los años setenta y se mantenía
poderoso y conforme debido al buen desempeño económico del estado gracias al
Tratado de Libre Comercio.
En cuanto a los
medios de comunicación locales, su alineación al oficialismo era el de siempre,
aunque había sus excepciones, principalmente en la prensa y en La Laguna; en
Saltillo, el periódico Palabra, del Grupo Reforma, era uno de ésos: el priismo lo
llamaba “Panhabla”. Otro dos grupos de poder a mencionar son, por una parte,
los internos del PRI y, por la otra, el académico-estudiantil. De este último
poco es de citarse. A diferencia de algunos estados, su participación se
limitaba al tema de las tarifas del transporte colectivo, las cuales al final
terminaban negociándose. La Universidad Autónoma de Coahuila (UAC), por su
parte, mantenía su fidelidad al gobierno en turno, salvo a principios de los
años ochenta, cuando debido a una elección de rector cuestionada un grupo de
disidentes marchó a la Ciudad de México.
Respecto a la vida
interna del PRI coahuilense, si bien disciplinada, tenía grupos políticos y por
lo tanto pluralidad, lo cual se traducía en equilibrios. La muestra de esto lo
fue la elección en 2005 del candidato a gobernador priista, en la cual
contendieron tres candidatos principales: Humberto Moreira, alcalde de Saltillo
en el periodo 2003-2005; el lagunero Raúl Sifuentes Guerrero, secretario de
Gobierno en el sexenio martinista, y Jesús María Ramón, empresario de Piedras
Negras y entonces diputado federal. A éstos habían de sumarse los grupos del
lagunero Javier Guerrero García y del saltillense Alejandro Gutiérrez, también
precandidatos. Tres regiones y diversos grupos políticos priistas que se
contrabalanceaban.
EL
GOBERNADOR VALIENTE
Humbero Moreira
fue el ganador de la ríspida contienda interna priista y, luego, de la
electoral por goleada. Comenzó su gobierno de manera normal, sin sobresaltos y apelando a
la unidad coahuilense, pero también a la priista. En su gabinete inicial
privilegió los equilibrios al mantener a funcionarios de la anterior
administración y obviamente incluyendo algunos de su grupo político, entre
ellos a su hermano mayor, Rubén, quien ocupó el cargo de subsecretario de
Asuntos Políticos de la Secretaría de Gobierno de 2005 a 2007.
Pero a las pocas
semanas el escenario cambió, y no por motivos políticos sino de seguridad
pública. El jueves nueve de febrero de 2006 aconteció en Saltillo un
narcosecuestro que marcaría el resto del sexenio. Los plagiados fueron
liberados y los secuestradores detenidos; envalentonado el gobernador por el
logro policiaco, ese mismo día declaró ante los medios: “Lo que necesitamos no
son aspirinas, sino un respaldo de ‘a deveras’, o también que se nos diga y
asumimos una posición distinta, desde el tema hacendario que tenemos que
revisar, ya basta que nos den migajas y estemos pidiendo”. Dos días más tarde,
el sábado 11, el comandante operativo de la policía del estado, Gaspar Ramos
Sánchez, La Barbie, fue baleado durante la madrugada mientras
desayunaba en un restaurante de Saltillo, a escasas cinco cuadras de donde el
jueves anterior la policía había detenido a los siete presuntos
narcosecuestradores.
A raíz de ese
hecho, el gobernador declaró: “Que no nos provoquen porque podemos generar un
conflicto de una mayor dimensión para el gobierno federal en caso de no tener
la respuesta; no vamos a estar implorando que nos ayuden en cada
acontecimiento... queremos que se nos respete como estado y se nos dé el
respaldo que necesitamos”. El discurso parecía meramente mediático para salir
al paso de la situación, mas no fue así. Un nuevo gobernador había nacido.
Inició allí el
eterno y violento pleito discursivo con el gobierno federal, entonces foxista y
luego calderonista, mientras que al parecer el equilibrio entre las fuerzas del
crimen organizado se rompía. Tragedias como la ocurrida en la mina Pasta de
Conchos el 19 de febrero de 2006, más las torpezas políticas del gobierno
federal avivaron los desencuentros. Moreira hizo del federalismo su bandera de
lucha contra el Poder Ejecutivo federal, aun cuando jamás presentara una
propuesta formal. Su beligerante discurso llegó al extremo de calificar a
Coahuila como el único estado “independiente del país”, generando con ello un
llamado del empresariado coahuilense a moderarse. ¿Su respuesta? “No voy a
modificar porque un grupito quiere que me vaya de ‘limpia botas’ del
Presidente” (agosto de 2006)”.
Su discurso
desordenado y agresivo, construido por los hechos cotidianos y no por una
visión, lo trasladó también a su programa de gobierno, enfocado en obras viales
y programas sociales muy generosos, pero cuya sustentabilidad financiera era
cuestionable. De repente, Coahuila y su gobierno tenían de todo y para todos:
desde farmacias con medicinas subsidiadas hasta zapatos gratis para los
estudiantes, pasando por guarderías casi gratuitas. Al final de su estancia
como gobernador en diciembre de 2010 y con niveles de aprobación históricos,
pretendió repartir computadoras laptop a maestros y estudiantes, pero para entonces las finanzas
estatales no daban para más.
El gobernador
Humberto Moreira enlaza sus manos con familiares de los mineros de Pasta de
Conchos para hacer una oración por éstos en 2006. Foto: Tony Ruiz/ AP
LA PÉRDIDA DE LOS EQUILIBRIOS
Conforme Moreira
se afianzaba en el poder y mantenía su pleito con el gobierno federal, los
movimientos políticos locales fueron avivándose. Su gabinete fue integrándose
al ciento por ciento con personas de su círculo cercano. A la presidencia del
PRI estatal llegó su hermano en 2007, quien ejerció un control férreo pero bien
organizado. Un caso destacado del reacomodo fue la salida, en enero de 2007,
del secretario de Gobierno, Óscar Pimentel González, un personaje con amplia
historia pública en el estado, respetado priista pero ciertamente no parte de
los moreiristas. Los montemayoristas y martinistas fueron exiliados o algunos
cambiaron de bando.
A nivel
gubernamental y con claros fines políticos, Moreira creó a principios de 2007
la Secretaría de Desarrollo Regional en La Laguna, como un acicate para el
gobierno municipal encabezado por el panista José Ángel Pérez (2007-2010), hoy
acusado por la Auditoria Superior del estado de desviaciones por 53 millones.
En 2007 el rector saliente de la UAC, Jesús Ochoa Galindo, se incorporó al
gobierno estatal en un cargo creado ex
profeso, y Homero
Ramos Gloria, consejero presidente del Instituto Electoral local, dejó su cargo
para ser nombrado secretario de Gobierno en sustitución de Óscar Pimentel
González. El manto alcanzaba para cubrir a todos.
El PAN de Coahuila
facilitó, con su división interna y un programa político poco atractivo, el
desbalance del poder político, el cual inició su clímax con el avasallante
triunfo priista en las elecciones de diputados en 2008 (ganó todos los
distritos) y las municipales de 2009 (obtuvo 34 de 38 alcaldías, incluidos
Torreón y Saltillo). Dichos triunfos terminaron por alinear a los escasos
disidentes priistas, y para antes de las elecciones de gobernador y diputados
en 2010, el moreirismo no enfrentó rivalidad interna alguna. A todo lo anterior
se le añadió un intenso programa de inversión favorecedor, y no quedó nada que
criticarle al gobierno, llegaron a decir algunos.
El primero de mayo
de 2008 falleció Isidro López del Bosque, quien, junto con su hermano Javier,
administró al GIS y fue uno de los líderes del empresariado coahuilense, por lo
que éste se quedó sin una de sus cabezas históricas. Entonces la iniciativa
privada lagunera se partió en dos bandos: por una parte la sección Laguna de la
Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), regionalista y
crítica del gobierno, junto con el Consejo Lagunero de la Iniciativa Privada
(CLIP), y por la otra el Grupo Empresarial Lagunero (GEL), alineado con el
gobierno, cuya más reciente demostración fue el pasado 11 de agosto cuando sus
líderes se reunieron con el gobernador electo, Rubén Moreira. En dicha reunión
no le recriminaron la monumental deuda: “No tomamos ese tema. No queríamos
abrumarlo. Queremos irnos poco a poco respecto a la deuda”, señaló Michelle
Taboada Barragán, presidenta y vocera del organismo. La iniciativa privada,
tanto la saltillense como la lagunera, había dejado de ser un equilibrador. El
resto de los sectores y casi toda la sociedad habían caído igual de enamorados
por el espectacular programa de inversión y programas sociales moreiristas, sin
saber que con el tiempo se convertirían involuntariamente en cómplices y
corresponsables de la situación financiera actual. La academia y el sector
estudiantil mantuvieron su actitud pasiva de siempre. El sector social también
fue conquistado y siguió enfocado más en el altruismo que al análisis de la
realidad colectiva, a pesar de la mala educación impartida en el estado.
Las voces locales
críticas habían sido silenciadas, bloqueadas o autocensuradas. El
periódico Palabra, cortado de toda publicidad gubernamental, vió cómo
se desvanecía su viabilidad financiera. Su publicación, iniciada en 1997, cesó
en diciembre de 2008. El único opositor restante con verdadero peso mediático
fue el obispo de Saltillo, Raúl Vera, siempre visto con desdén por los poderes
económicos y políticos desde su llegada en el año 2000.
Las instituciones
como el Instituto Coahuilense de Acceso a la Información (ICAI) y la Comisión
de los Derechos Humanos del Estado de Coahuila (CDHEC) fueron ocupadas por ex
funcionarios del gobierno estatal o priistas. El Sistema de Administración
Tributaria de Coahuila (Satec), creado en 2010 y hoy en el ojo del hurácan
debido al desastre financiero ocasionado por su ex titular, Javier Villareal,
fue una buena idea rápidamente prostituida, para muchos desde su nacimiento: su
intención de replicar al SAT federal y profesionalizar el cobro de impuestos y
su administración nunca se hizo realidad. El Poder Judicial mantuvo su apego al
gobernador y se mostró reacio a acelerar las reformas judiciales (los juicios
orales, por ejemplo). La Legislatura estatal, avasallada por el priismo, fue (y
es) sólo una figura decorativa.
DEL
GOBIERNO DE LA GENTE A LA DEUDA DE LA GENTE
El gobierno de
Humberto Moreira tuvo logros. El programa de obras y servicios públicos fue
impresionante y desmitificó la figura del gobernador ante la gente. El estado
mantuvo sus altos índices de competitividad e inversión. Además, según el
Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, fue de las
pocas entidades que disminuyó su pobreza en los últimos años. Tras obtener su
licencia del cargo el pasado enero, Moreira fue considerado como uno de los
gobernadores más exitosos y como posible “Plan B” del priismo nacional en caso
de una debacle de Enrique Peña Nieto.
Pero agosto pasado
resultó ser el mes cuando su legado se desmoronó. El desdén por los más
elementales principios de la democracia, como la transparencia, el
mantenimiento de equilibrio de poderes públicos y políticos, la tolerancia a
las críticas, el manejo responsable de las finanzas y el respeto por las
instituciones, le vino a cobrar factura, lo que dejó un alto costo para el
estado: los 34 mil millones que ahora adeuda y que serán pagaderos en un plazo
de hasta 30 largos y dolorosos años. El costo será aún mayor si la sociedad no
se regenera y reconstruye los equilibrios destruidos.
El ex gobernador
Óscar Flores Tapia (1975-1981) es recordado en Coahuila por sus obras de
infraestructura, pero también por un escándalo de corrupción. Fue desaforado
poco antes de terminar su mandato y fue investigado por la Procuraduría General
de la República debido a su enriquecimiento inexplicable (para sus seguidores,
fue un perseguido político de José López Portillo). Al igual que Flores Tapia,
Humberto Moreira será recordado por sus obras y programas, pero también por un
escándalo: el de la deuda, más lo que falte. Los próximos meses serán clave
para el hoy gobernador con licencia de Coahuila. Para muchos analistas
políticos, sus días al frente del PRI están contados, mientras que algunos
ciudadanos coahuilenses y rivales políticos quieren que sea procesado, tal y
como aconteció con su colega, pues las cuentas entre inversión y deuda
simplemente no cuadran.
Comentarios
Ejemplo, que ha pasado en Nuevo León después de la llegada de un personaje que levanta amplias expectativas, que ha pasado en Sonora también, digo dos partidos distintos, pero un mismo fin el gobierno del estado.
Bien no es solo un problema de instituciones, también implica a la sociedad misma de su participación activa y no solo el día de elección, sino mediante y durante los gobiernos a través de los mecanismos de participación en estos Estados, si es que los hay, en caso de no haberlos se tiene que construir.
Soy un convencido de que hay limites, pero dentro de lo prudente, como bien lo enmarca O. Paz, en el Laberinto de la Soledad esos excesos son los que poco a poco empiezan a podrir este asunto.
Hay que estar mas preparados y mas alertas de lo que ocurre a nuestro alrededor, cuando hay disciplina, prácticamente fluye la inteligencia.
Saludos.