No apuestes por México; apuesta por sus ciudades, estados y regiones

Suena duro, durísimo, pero México lleva 200 años de mediocridad como país y lamentablemente tampoco se ven indicios de cambio para los próximos dos siglos. Ciertamente ha habido avances, pero están lejos de ser los necesarios para ubicarnos tan siquiera en la frontera de una nación desarrollada.

Los países plurales, grandes en su territorio y desarrollados se han construido desde sus ciudades, estados y regiones y no al revés, desde el centro. El gobierno federal o del país solamente es un organizador y facilitador de la orquesta nacional. Cuando este gobierno comienza a imponer (y no a convencer) es casi seguro que los problemas nacerán y se mantendrán. Peor es el escenario cuando en el poder ejecutivo de la nación está una persona “iluminada” (según él/ella) y que se niega a hablar con la oposición.


 En estos casi 200 años de vida independiente, hemos tratado infinidad de veces de construir a México de lo nacional a lo local y se ha fallado siempre. Esto no es ningún secreto.

No obstante, los estados y las regiones son quienes han salido casi siempre al rescate del gobierno nacional y por lo tanto del país. La independencia así fue. En la invasión estadounidense y francesa del siglo XIX fueron los estados quienes aportaron sus hombres para la defensa del país, debido a la precariedad del ejército nacional. La revolución inició en los estados.

Los regímenes porfirista y revolucionario del siglo XX, de perfil centralista, trajeron cierta prosperidad, pero fue temporal y bajo costos muy altos. En el terrible sismo de 1985 el gobierno federal volvió a fallar estrepitosamente y ya no digamos durante las múltiples crisis económicas. Ante tal magnitud y tipo de crisis evidentemente los estados nada pudieron hacer. Fuimos rescatados por gobiernos extranjeros o entidades internacionales bajo una estricta supervisión.

Obvio, el gobierno federal mexicano ha tenido sus momentos de desempeño regular, pero no pasa de estándares mediocres. Tomemos cualquier índice de corte nacional habido y por haber (derechos humanos, transparencia, economía, seguridad, etc.) en el mundo y se confirma.  

En lo que va del siglo XXI, en el periodo democrático, el gobierno federal igualmente ha fallado estrepitosamente en los tres ejercicios de alternancia de poder; PAN, PRI y ahora MORENA. Incluso en este periodo, sobre todo en los gobiernos del PAN y PRI, también fallaron los estados al endeudarse demasiado y generarse un cúmulo de gobernadores (y mafias locales) igual o más corruptos que el existente a nivel federal. Dado tal escenario, en México gobierna ya sabemos quién. Los mexicanos no teníamos otra opción.  

En el actual experimento de alternancia (MORENA), el resultado está siendo igual a pesar de tener nuevamente una oportunidad de oro para cambiar la estructura de modelo nacional. La permanente inseguridad y la militarización ya no sólo de las calles sino de actividades esenciales que un gobierno debe ejecutar, son prueba de ello. El nulo dialogo con la oposición y la descalificación como discurso es la cereza del pastel. El gobierno de AMLO-MORENA quiere imponer, no convencer. Quiere dominar, no negociar y menos dialogar con la oposición. Se busca aplastar y no reconocer. Esta receta también ya se ha aplicado antes en la historia de México y ha fallado. No hay razón para que ahora sí funcione, aun y con algunas buenas acciones y medidas ejecutadas por el régimen de la autonombrada 4T. Son muy insuficientes.

Dado todo lo anterior, las ciudades, estados y regiones de México, tal como históricamente lo han hecho, deben seguirse valiendo por sí mismas para prosperar. No deben esperar que el gobierno federal lo hará porque no puede y, en ocasiones, tampoco quiere por múltiples razones.  

Los estados, todos, han tenido sus épocas de gloria (también de penas -segunda década siglo XXI-). Durante el siglo XIX e inicios del XX, fueron los estados del centro quienes lideraron el desarrollo y modernidad del país. A finales del XX los estados petroleros jalaban el tren nacional. A inicios del XXI son los norteños y recientemente los del bajío quienes lo hacen.

Ciertamente hay algunos estados que siempre han lidiado con problemas ancestrales como Oaxaca, Guerrero y Chiapas. La tienen muy cuesta arriba. Pero lo cierto es que no habrá dinero que alcance para “modernizarlos” si primero no ponen su casa en orden. Desde hace aproximadamente 30 años el resto de los estados les han remitido miles de millones de pesos y los resultados son casi nulos. La mayoría de las razones son conocidas.

Quizá tales estados (u otros) no quieran tener su casa en orden, pues afecta sus “usos y costumbres”. Si es así, no hay problema, allá ellos, pero entonces no vale exigir una solidaridad de otros estados porque no es justo pedirla para la eternidad. Te ayudas tú, te ayudo yo. Es una regla demasiado simple que la usamos hasta en nuestras mismas familias ¿no te ayudas? Te daré lo que pueda y eso dependerá de mí, no de una fórmula distributiva que no hace justicia y tampoco premia el mérito.    

Ciudadanos, alcaldes, regidores, síndicos, gobernadores, diputados locales; entiéndalo bien, si no hacen/hacemos nuestros deberes, México y su gobierno federal no atenderá esas deficiencias locales y nacionales porque históricamente nunca ha podido hacerlo de fondo y no hay razones para que sí pueda hacerlo en un futuro. Hay que salir y/o mantenerse fuera de la trampa de la mediocridad nacional.

No desaprovechen el potencial de sus estados, no malgasten los escasos recursos económicos que generan y se reenvían vía la federación. Quieran más a sus matrias. Tengan orgullo local propio, pero del bueno, de ese que genera progreso. No toleren la corrupción. No al clientelismo político. Alienten un servicio público profesional en su gobierno estatal y municipales. Respeten los valores democráticos. Arraiguen la meritocracia social y eliminen el compadrazgo. Combatan el cáncer de la impunidad. Hagan alianzas regionales y con quien realmente quiere progresar. Inculquen en los niños tanto o más amor por su comunidad, ciudad y región que por su país. Pague cada quien sus impuestos.

Los cimientos de un país son sus comunidades. Los gobiernos nacionales colapsan, desaparecen, se transforman (para bien o para mal). Los gobiernos subnacionales también, pero su proceso de regeneración y adaptación ante una nueva realidad suele ser mucho más rápido por el mero instinto de sobrevivencia de sus comunidades.

El último ejemplo nos lo da Afganistán, el cual tuvo un gobierno nacional con pies de arena por 20 años mientras los EE.UU. tuvo presencia, pero que rápidamente colapsó ante su ausencia. Son las comunidades y las autoridades locales de Afganistán las que hoy le plantan cara al gobierno Talibán.  No tienen de otra, pues se trata de sobrevivir. En México no podemos llegar a tal extremo en todas nuestras comunidades locales, aunque ya sucede lamentablemente en muchas de estados como Michoacán y Zacatecas.

Sólo teniendo ciudades, estados y regiones fuertes se tendrá un México próspero y un gobierno federal alineado a atender las necesidades de sus comunidades locales. No al revés.

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